79. Viraje
Un sol blanquecino asomaba ya entre celajes grises. Elvirita se vestía para el trabajo tras una larga noche cuidando a padre. Decía su hermano que igualdad sí, claro, pero que las mujeres son mejores cuidadoras. En el móvil, Noticiarios Digitales —el cibermundo al alcance de los españoles— glosaba los éxitos cinegéticos de nuestro Líder, y llamaba a colaborar en la deportación patriótica de ilegales. Contaba también que el misterioso proceso de blancoinegrización espontánea ya había llegado a las ciudades, ahora que los últimos animales salvajes habían amanecido blancoinegrizados. Eso desmontaba el alarmismo de los ecologistas, que no entienden que cambios ha habido siempre, y que, sin que haya que hacer nada, los animales se adaptan al blanco y negro como antes a la tontería esa del calentamiento.
Elvirita pensó qué vestido provocaría menos a su jefe, que ya se sabe que el liderazgo y la testosterona van unidos, y eligió el verde. Pero fue ponérselo y volverse gris marengo. Ya en la calle, unos muchachos dijeron algo sobre sus piernas y su carita de rosa, ay como la pillemos. Notó cómo le ardían cara y piernas. No necesitó ningún espejo para saberse ya enteramente virada a blanco y negro.

