91. Nadie (Patricia Collazo)
Cierro tus párpados blancos con mis dedos negros de hollín y culpa.
Dicen que achicharrarse es la peor muerte y he querido evitártela. Pero no me he evitado tus desorbitados ojos negros y mis nudillos blancos, tus gritos ahogados entrelazándose en mi “es mejor así”.
Del otro lado del cristal ya todo es humo negro y denso. No salté cuando aún se veía la promesa blanca de un toldo cuatro pisos más abajo. Preferí quedarme contigo y cogerte la mano fuerte, como hago ahora, como si otra vez fuera niño y vineras a rescatarme de una pesadilla.
Pero tus dedos están fríos y blancos y mis pulmones, cada vez más negros. Las toallas no tapan ya todos los resquicios. Y por todos ellos se filtra la blanca verdad de mis manos en tu cuello cargadas de negra piedad.
Cierro los ojos, pero no puedo cerrar el alma. Tu muerte pesa toneladas y si sobrevivo es porque sé que pronto moriré. Que los cristales estallarán y las llamas devorarán nuestros cuerpos abrazados.
Nadie sabrá lo que he hecho, me repito una y otra vez. Hasta que ese nadie derriba la puerta y alerta a otros nadies: “¡Aquí! ¡aquí hay gente!”.


Maravilloso, Patricia. Te deseo mucha suerte. Es un placer leerte.
Tremendo, Patricia. Esa dramática alternancia de blancos y negros pone los pelos como escarpias.
Besazo.
Uff, qué duro, si pretendías dejarnos con el agobio dentro, por mi parte lo has conseguido. Eso sí, con palabras elegidas y enlazadas magistralmente.
Un abrazo y suerte.
Una historia que es toda intensidad. En un momento crítico, tu protagonista ha elegido la que pensaba que era la mejor opción, el sufrimiento menor, ya que todo estaba perdido, pero al menos en este caso, la experiencia demuestra que aferrarse a la esperanza mientras queda aliento es lo más correcto, no rendirse aún en lo más desesperado, algo fácil de decir desde fuera, pero nunca sabemos, realmente, como vamos a reaccionar.
Un abrazo y suerte, Patricia