93. Sinsabores
Cuando la cara de Bogart ocupa toda la pantalla, ella detiene la imagen y pasea los dedos por la superficie, muy despacio. Siente el hormigueo de la televisión en las yemas y sonríe como lo haría Bacall, con estudiada insolencia, provocativa, desde muy dentro. Le habría gustado ser ella, acariciar la piel de Bogart, derrumbarse en sus brazos, besarle escena tras escena. Suspira, se humedece los labios, ahueca la mano maltrecha entre el ala del fedora y el cuello de la camisa y le besa con ternura. Imagina el aroma a tabaco y a whisky en su boca. No es difícil. En su asqueroso mundo en color, esos sabores siempre la acompañan, mezclados con los de la sangre y las lágrimas. Cuando escucha la llave en la puerta, acaricia a Bogart por última vez; y con la sonrisa de Bacall aún amoratada, abre la ventana hacia el beso en blanco y negro del asfalto.


¡Hala! No sabía por dónde ibas a tirar, esperaba contra toda esperanza que la televisión la absorbiera y acabase reuniéndose con su ídolo, pero ha sido que no, un final muchísimo más duro y, por desgracia, más realista.
Un montón de besos, Rafa, y Feliz Año.