123. EL BAILE DE LA MÁSCARA
El crisol bullía. Latía vomitando metal líquido. Danza mineral. Sangre que daba sin descanso vida al acero más deseado.
Millones de toneladas de escoria dibujaban el horizonte.
Los tubos fabricados, soldados uno a uno servían para construir el andamio en el que el mecánico trabajaba. Sin plano ni instrucciones iba uniendo el metal formando una estructura en apariencia anárquica. En cada soldadura nacía una estrella entre sus manos.
El magnífico esqueleto crecía día a día.
En una ocasión se levantó la careta y miró a su derecha. Conoció a quien con cuidado amontonaba los hierros a su lado.
-Dicen que esta semana subirá un supervisor.
-¡Uf! ¡Sólo vendrá a tocar los cojones!
El mecánico contrariado se bajó la careta y siguió trabajando.
Nunca subió.
Pasaron los años y sintió que su pulso ya no era firme. Ahora sus soldaduras no tenían aquella perfección. El sudor había erosionado su rostro dejando surcos profundos y comprobó que el mono de trabajo le quedaba grande.
Suspiró.
De un manotazo se arrancó la careta y los guantes. A tientas, en un rincón de la plataforma acomodó un jergón y allí se acostó.
El crisol iluminaba la noche.
Esa historia del mecánico (en cursiva) me resulta muy sugerente. Creo que está llena de metáforas que te pueden llevar a muchos sitios y muchas interpretaciones. Tengo la mía. Me gusta mucho la personalidad que le has dado al relato. Dan ganas de comenzar a preguntarle, de conocerlo mejor,… Mucha suerte.
Gracias Juan por tu comentario. Me alegra haber conseguido dejar el relato lo suficientemente abierto como para permitir precisamente eso… las múltiples interpretaciones. Un abrazo.
Gracias Ana. Agradezco enormemente tu comentario. Un saludo.
Inquietante y metálico. Muy visual y muy bueno. ¡Felicidades!
Paz
Felicidades Manuel. No había leído tu relato en su momento, que sorpresa tan agradable leerlo y releerlo ahora. Cada vez que lo leo encuentro alguna frase en la que detenerme.
Muchas felicidades!!
Como al resto de tus compañeros de podium, un placer el haberte leído y releído.
Mi enhorabuena
Enhorabuena por tu premio. No veo qué me quieres contar.