87. DILUVIO
Llueve un montón, a cántaros, tanto que me hace pensar en una posible inundación; me sobrecoge un poco, si eso llegara a pasar, imaginar a tanta gente que se pudiera quedar sin hogar, con todo perdido, sus negocios, sus pertenencias, y especialmente pérdidas de vidas humanas, y animales, muchos animales domésticos, acostumbrados a vivir a la sombra de sus dueños.
Después de un buen rato, de pronto deja de llover, la tormenta parece alejarse y ya solo se siguen escuchando caer gotas de lluvia de los árboles y los tejados de las casas. El cielo se está abriendo y el sol irá, poco a poco, secando todo lo que la lluvia había empapado. Y con ello llega también un poco mi sosiego; mi perro me ladra porque quiere su paseo de rigor; el vecindario empieza a salir y llenar de nuevo con bullicio el barrio, también como de costumbre. Ahora todos ansiamos salir, tras escondernos de la diosa lluvia.
Antonio, hay gente que vive con esa incertidumbre que tú tan bien has reflejado, siempre mirando al cielo con temor. Me ha gustado. Abrazos.
Gracias Salvador por los comentarios. Me alegro que te haya gustado. Lo mismo digo de tu acantilado, perfecto. Saludos
Me alegro Salvador que te haya gustado mi relato. He disfrutado leyendo tu Acantilado, el cual se presta como se ve en los comentarios a debate. Saludos, mira por donde, desde África.
Creo que has hecho una gran descripción de ese sentimiento plomizo que le invade a mucha gente los días de tormenta. Mucha suerte.
Ana, siempre tan atenta. Me alegro que te haya gustado. Nunca segundas partes fueran buenas, dicen por ahí, parece que esta vez si. Un saludo.
Ana, gracias por tu comentario. Creo que soy entonces de los pocos que ha roto aquello de nunca segundas partes fueron buenas. Saludos y a por mas partes.
Gracias JA por tus comentarios. Es cierto, a mucha gente le invade ese sentimiento. Saludos