67. A COTA CERO (Domingo Jiménez Lacaci)
Jack Bullet, Saturio Palomo en el DNI, recorría los circos con su cañón haciendo de bala humana. Emprendedor incansable, cosió una capa roja al traje y según los vuelos se alargaban, él alargaba la capa por subrayar su majestuosidad de cometa. Lo perfeccionó tanto que recibió el encargo de su vida: la ceremonia olímpica. Encargó una larguísima capa de doce metros, y más focos por si acaso.
Esa noche saludó al Rey, a los cien mil espectadores y al mundo entero tras la cámara. Solo estaban iluminados él y a cien metros, la red. El disparo fue imponente, pero el percutor enganchó la capa y esta el maillot. En solo veinte metros, Saturio ya volaba en cueros. ¡Los focos! ¡Los focos!, gritaba para que los apagaran, pero abajo interpretaron que tenían que encenderlos todos. Hace ya cincuenta años de aquello y la foto aún permanece en la memoria colectiva de toda una generación. Una mecha muy corta para tanta pólvora, tituló un columnista con bastante mala baba. Saturio renegó para siempre de los petardos, las películas con catapultas y su apellido. Ya anciano en una residencia, pidió habitación en planta baja y jamás le vieron subir ni siquiera un peldaño.
A veces, cuando se asciende a lo más alto, o se pretende hacerlo, la caída posterior se ajusta en proporción a esas aspiraciones excesivas. La vergüenza padecida por tu personaje no es de las que se pueden olvidar. El suyo fue un suceso digno de registrarse en la memoria colectiva y, desde luego, en la del protagonista, a quien marcó para siempre, pasando de querer ganar los cielos, a permanecer lo más pegado a la tierra posible.
Un relato muy bien ajustado al tema propuesto, además de divertido, excepto para el afectado, claro.
Un saludo y suerte, Domingo.
Ángel, tu comentario es de los que me llena el depósito de gasolina para seguir imaginando historias. Me alegro mucho de que te haya divertido; nada me produce más satisfacción.
Mil gracias y un saludo cordial para ti.