42. A la desesperada
Después de dos años, de veinticuatro meses con remiendos, Nuria le deja. Mientras me cuenta sus penas, Gabi aprieta a fondo el acelerador. Venderán la casa, dice, ella se queda con Toby, los muebles, el televisor de sesenta pulgadas. Le advierto que no vaya tan deprisa. Ella se queda, dice, la puta mantelería de Lagartera y el ojo de la cara que costó. Cruzamos bajo el puente, nos acercamos a la curva, le aconsejo que comience a frenar. También se queda, dice, con el vecino del quinto, el imbécil de Marcos. Brama y cabecea como un toro herido, luego se sonríe y aprieta más fuerte. Estamos encima de la curva, frena loco, le digo, me la suda, me dice, que se quede con todo, el felpudo, la clave del Netflix, las tazas chorras de café…
El coche derrapa, da varias vueltas de campana y se detiene boca arriba. Lo pone de nuevo sobre la guía. Y continúa.
Hay alguna posibilidad de que a Gabi le abandonase su mujer por inmadurez, aunque seguro que sí a más de uno nos ponen un Scalextric delante no resistiríamos la tentación de dar unas vueltecitas.
Un personaje desesperado el tuyo, pero también muy divertido, protagonista de una historia muy original.
Un abrazo y suerte, Antonio