64. A su manera (Patricia Collazo)
La primera vez que le escuché decir que era su última navidad, yo tenía cinco años. Recuerdo haberme angustiado. Treinta navidades después, mi abuelo sigue repitiéndolo año tras año. Al menos eso es lo que cuenta mi madre. Porque los últimos tres, no he compartido la Nochebuena con mi familia.
Desde que estoy con Rubén. Cuando le dije a mamá que íbamos los dos o ninguno, ella se horrorizó: el abuelo no lo entendería. A menos que quieras presentarlo como un amigo, claro. Dije que si prefería pasar las navidades sin su hijo, a darle un disgusto al pobre abuelo, que llevaba tantos años a punto de morir, era su decisión.
Mi madre nunca fue capaz de contradecirle. Ni mi padre, durante su corta vida. En casa, siempre todo se hizo a su manera.
Este año, enviaré una caja de polvorones, los preferidos de mi abuelo, esos que devorará sin convidar; una tarjeta con mis mejores deseos, y estaré “oficialmente” de guardia.
Es una pena que lo de la guardia sea sólo una excusa, porque cuando el abuelo llegue a urgencias, con su última navidad escapándosele entre los crueles dedos, no estaré allí para poder atenderle personalmente, como se merece.
El abuelo que has creado es un personaje muy atractivo literariamente, pero puedo asegurarte que conozco más de un caso en la vida real muy similar, por desgracia, muy directamente. Quien más miedo tiene a morir al final acaba enterrando a todos, el problema es que exige cuidados extras que no merece más que los demás, que son igual de mortales pero se quejan menos. Si se hace caso al enfermo imaginario se le confiere un poder dentro de la familia, no hay más que ver cómo ha condicionado la vida de tu protagonista, que también tiene derecho a que se respete su vivir a su manera.
Me ha gustado mucho, Patricia.
Suerte y un abrazo
Muchas gracias, Ángel. Así es, lamentablemente, estos personajes existen y es muy difícil escapar de sus redes.
¡Un abrazo y gracias por tu comentario!
«El abuelo», ese que supo manejar a su antojo el núcleo familiar, y aun continua haciendo de las suyas.
Muy visual tu relato, además de atemporal.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Moli. Sí, parece ser que abuelos como estos los hay en todos los sitios y todas las épocas.
Un abrazo.
Me encanta la originalidad de tu punto de vista y cómo desarrollas la historia. Es humana y creíble, se aleja de todos los tópicos. Eres una gran relatista, mucha suerte y aquí seguiré pegada a tus letras.
¡Muchísimas gracias, Belén! Yo también seguiré pegada a las tuyas…
¡Mucha suerte!
Una continua muerte en vida, no la del abuelo, si no la de sus familiares, siempre atentos a sus gustos, ideas y exigencias. La venganza está servida en forma de polvorón y la navidad quizás esta vez si que se haga realidad como la última disfrutada o amargada.
Me gusta el tono, la idea y como de manera sutil nos presentas a los personajes que con dos trazos ya nos imaginamos como son o como sienten.
Genial Patricia.
Un beso enorme guapa.
Gracías a ti, guapa. Sí, este abuelo más que morirse, mata.
Me alegro de que te guste. Te sé buena lectora, además de buenísima escritora.
¡Mucha suerte y un abrazo grande!
Como ya te han dicho los compañeros, no puede ser más real tu historia. Y no puede estar mejor contada.
Escribes de una forma que hace que parezca fácil, ¡qué difícil!
Un abrazo, Patricia
Muchas gracias, Margarita. Sí, es una historia que a mucha gente le suena…
Tú tampoco te quedas atrás en lo de escribir…
¡Un abrazo!
La vida tiene personajes calcaditos a este abuelo acostumbrado a que la vida de los demás gire en torno a la suya. Pero como todo cuento de Navidad, esta historia se merecía un final feliz.¡Bien hecho! Mucha suerte, Patricia, y muchas felicidades por tus éxitos.Un abrazo.
Muchísimas gracias, Maria José. Sí, lamentablemente en la vida hay mucha gente así… por lo menos en la ficción este tuvo su merecido.
Un abrazo!
Original relato donde la historia es muy visual.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo
¡Muchas gracias, Blanca!
Otro abrazo para ti.
Vaya, vaya con el abuelito. Imponiendo «sus maneras» desde la mesa hasta la alcoba del nieto.
Y una dudilla malévola:ese «como se merece»…¿ ?
Un saludo Patricia.
Gracias, Reve, por tu comentario.
El abuelo se merecía una atención médica personalizada cuando llegara urgencias ¿no te parece? Qué pena que su nieto no estuviera allí para salvarle… aunque no creo que hubiera muchas posibilidades…
Un relato que se abre en muchas direcciones (navidades, ausencias, remordimientos, soledades…) y que preside la figura de ese abuelo que haces omnipresente durante tu historia (especialmente a partir de sus prejuicios). Muy bueno. Mucha suerte 🙂
¡Muchas gracias, Juan Antonio!
Patricia, cuentas una historia que se entiende toda ella sin dificultad y que nos presenta a una madre que vive rodeada de dos intransigentes. Valiente imbécil el hijo, que se presente y se lo cuente al abuelo y se muera de muerte natural, sin necesidad de envenenamientos. Y si el hijo no es capaz de entender a su madre y a su abuelo, a pesar de ser médico, es que no ha ido a la escuela de la tolerancia. Suerte a fin de mes.
¡Muchas gracias, Javier!
La verdad es que no lo había contemplado desde ese ángulo. Pero sí, es verdad, son dos intransigentes…