ABR.10. AÑORANZAS, de Cándido Macarro
Fuera, la lluvia comienza a salpicar el cristal. Las gotas de agua se deslizan ondulantes hasta caer en el alféizar de la ventana, haciendo cientos de escurridizas piruetas. Tras ella, un rostro triste de mujer, un rostro derrotado por la vida, surcado por infinitas arrugas, una por cada risa, una por cada llanto, una por cada segundo en su compañía, que deja escapar unas lágrimas deslizándose silenciosas por sus mejillas, imitando, muy a su pesar, lo que la naturaleza hace fuera.
– Abril te trajo a mi vida aquella maravillosa tarde de nubarrones. Hace tanto…Tú, calado hasta los huesos esperándome a la salida de clase, nervioso como un flan, pero con una sonrisa ingenua y franca que me cautivó para siempre.
Ahora, cruel y desalmada, la lluvia de Abril de aparta de mi lado.
Siempre te gustó la primavera. Seguro que por eso la elegiste para marchar.
¡Amor mío! Mi compañero de camino.
Y ¿Qué pretendes ahora? ¿Acaso esperas que yo tenga fuerzas para continuar sola? ¿ ¿Por qué eres tan cruel?
Me has dejado demasiada carga para un corazón desolado.
Compréndelo. La primavera ha dejado de tener sentido para mí. Ha muerto contigo.
Lo mismo que yo.