ABR.101. AGUA SABOR CHOCOLATE, de Verónica Santamaría
Y ahí estaba, enmarañada entre las malas hierbas de la acequia desbordada. El agua cubría ya medio pie de mis katiuskas, así que la cogí rápido y me metí a casa a resguardarme de esa fuerte tormenta.
Lo dejé sobre el cuenco del taquillón y me senté en el sofá, tapándome con la manta hasta las orejas hasta que Nala saltó sobre mí, sedienta de caricias.
Con los ronroneos me quedé dormida, sumida en un profundo sueño…
-Sí, de chocolate, gracias.
Estaba saboreando un delicioso helado mientras contemplaba la primera del Sardinero sentada en el reborde de la nívea farola, hasta que un fuerte golpe en la puerta me despertó sobresaltada.
Miré por el cristal pero no ví a nadie, y al abrir me encontré a un pequeño de no más de 9 años enfundado en un ceñido chubasquero naranja.
Y entonces dilucidé: fuí a buscar la pelota y se la devolví.