ABR.17. MI PRIMERA TORMENTA, de Jesus Alfonso Redondo
El tren nos dejó aquel día de Junio, ya tarde, en la estación de Orejo. Subimos las maletas al carro. En el horizonte los relámpagos hacían visible el perfil de la Porra Colina. La tía Finuca apuró al machuco para llegar al barrio de Madriro, al borde de la marisma de Tijero, donde vivían mis abuelos. Ya dentro de la casa, tras los ventanales de la solana, se empezó a oír el tamborileo de los granizos sobre el cristal. Los relámpagos iluminaban la estancia y como un borborigmo de la naturaleza soliviantada estallaba en volutas el ruido del trueno. Era rotundo y seguido de ecos.
Me fijé que las gotas de lluvia resbalaban redondas sobre el vestido de Finuca, mientras nos mostraba en sus manos unas piezas, como botones, diciendo:
– Es pedrisco, Dios nos valga. Tina enciende una vela a Santa Bárbara.
Mis mayores juntaron sus manos y rezaron varias veces:
– Santa Bárbara Bendita, que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Con seis años, esta tormenta se grabó en mi memoria. No he vuelto a ver aquellas piedritas del tamaño y de color tenuemente amarillo. Parecían esos testáceos que en Huelva llaman coquinas.
Qué bien te mueves en ese espacio, compañero
Casi has leído mis recuerdos.
¡Anda, cuenta más!