ABR.18. CAIDO DEL CIELO, de Pepa Jiménez
A veces sucede que me pierdo paseando, como esta mañana, con el alma risueña tras cobrar el paro. Despuntaba el mediodía, desapacible, cuando quede atrapado por una lluvia cerrada, implacable de gruesas gotas. Me refugie cerca del convento de las Clarisas, en los soportales del comedor de caridad. Olía a pan y a hierbabuena.
Una extensa fila de gentes aguardaban: hombres sin techo, mujeres solas, ancianos tristes, adolescentes perdidos, pobres de solemnidad…y entre ellos, apartado en un rincón, ¡Dios mío! ¡Mi compañero Pablo! Inconfundible, con su tierna mansedumbre, más delgado. Apoyado en la pared esperaba con la cabeza baja y las manos resguardas. Hace seis meses, cuando cerraron la fábrica, él hizo un ovillo de su desamparo y en un destello de sensatez, nos contó que se marchaba al pueblo, lejano, con sus padres. Desde entonces nadie volvió a saber del muchacho.
Di la vuelta y entre por la iglesia. Sor María, acepto mi petición, quizás por piedad o quizás por la insistencia contenida que mostré, al entregarle un sobre hinchado de dinero para Pablo.
— Misericordia hermana— dije —. Si le pregunta quien ha sido, por favor, dígale que ha caído del cielo, pegado a esta bendita lluvia de mayo.
Muy bueno. ¡Me gusta!
Ramón Alcaraz
Gracias Ramón. Misión cumplida.
Pepa
Texto que rebosa humanidad y generosidad.
Lo más bonito es que fue verdad. Yo esperaba en la puerta de una iglesia del camino de Santiago cuando llegó una religiosa y entre historias e historias de todos los peregrinos que alli estabamos, ella nos contó esta que yo he tratado de mostrar.
Gracias.
Pepa