ABR.38. Y LOS TRAJO LA LLUVIA, de José Antonio Barbeito
Entre pendones iba el difunto, rezaban las malas lenguas. El pendón negro anunciaba el entierro que, ayudado por la cruz, abría paso al féretro con el finado dentro; seguía el cura, un monaguillo y la viuda; detrás, los allegados, las plañideras y demás acompañantes. Cerraba el cortejo fúnebre la muerte con su guadaña para que no le robaran el cuerpo.
Llovía, arreciaba, diluviaba; el cielo se vino abajo todo junto. No sólo no encontró cabida en el río, sino que la riada arrasó campos, caminos y cuanto se le interponía. Otra desgracia, el cementerio se encontraba en la parte baja del pueblo y allí llegó el acompañamiento al completo; arrastrados y revueltos, sin orden ni concierto. Hasta la misma parca se vio estampada contra las rejas del camposanto. <
Es extraña esa mezcla de realismo mágico y humor (me quedo con la primera parte, hasta la intervención del enterrador) pero hay que admitir que deja muy buen sabor de boca, estupendo.
Muchas gracias, Chelo, eres muy amable y generosa.
Es el más divertido que he leído hasta ahora; con ese contrapunto que da la tragedia de la escena. Muy original.
Ramón Alcaraz
Muchas gracias, Ramón; es cierto, el relato mendiga sonrisas.