ABR.51. EL CAPRICHO, de Mar Horno
A los de la aldea no nos gusta lo que trae la lluvia. Cuando abril empieza a reptar por las últimas tardes de marzo, se nos pone un nudo en el estómago, el pueblo se vuelve silencioso y los vecinos miran con recelo por encima del hombro. Desde aquel año en que la lluvia trajo un diminuto unicornio de agua. Lo oímos una mañana en el bosque, su relincho parecía una risa feliz, como de cascabel. No podíamos creernos nuestra buena fortuna. Las cosechas fueron abundantes, los arroyos no se secaron en verano, las colmenas rezumaban miel, los nacimientos se multiplicaron, los niños no enfermaban. A Paula le encantaba. Todas las mañanas me hacía que la llevara a la orilla del lago y se pasaba las horas ofreciéndole azúcar y palabras dulces para que se acercara. Pero luego volvía a casa arisca, huraña, irascible. Un día el unicornio desapareció igual que vino y ya la lluvia no trajo más que desgracias. Sólo Paula pareció inmune a la desventura. Cuando empezaban a caer las primeras gotas, sacaba su casa de muñecas y sonreía feliz. Antes de abrir con cuidado la pequeña puerta, sacaba del bolsillo los terrones de azúcar.
…»cuando abril empieza a reptar por las tardes de marzo», me encanta.
Una pena que el unicornio desaparecira con todas sus venturas.
Muy bello, Mar.
Bueno Yolanda, el unicornio ahora da buena suerte a solo una persona. Un beso.
La lluvia no sólo trae venturas, también desgracias como has reflejado muy bien en tu relato, Mar.
Par de abrazos.
Yo vivo en una zona donde la lluvia es muy importante, pero el año pasado y el anterior hubo inundaciones y yo no sé lo que es peor. Un beso Lola
Tanto el anterior como éste, muy bueno, Mar. ¡Enhorabuena!.
Gracias Anónimo.
Creía haber comentado éste y vo que no. Me encanta la manera peculiar que tienes de mezclar realidad y fantasía, Mar. Los niños son egoistas casi siempre, y la mayoría lo seguimos siendo de grandes.
Un abrazo.