ABR.53. ENSUEÑOS, de Teresita Bovio
El día es agobiante, el sol calcina y no hay brisa.
Todo el año soñé con estas vacaciones y no estoy dispuesto a perder ni un minuto, nada ni nadie me impedirá disfrutar de la playa.
La gente se fríe en la playa bajo la escuálida sombra de las frágiles sombrillas.
Voy hacia una enormes rocas alejadas del gentío buscando tranquilidad, chillonas gaviotas revolotean, miro el mar y en el lejano horizonte asoman unas nubes voluptuosas y níveas, una deliciosa modorra me invade, cierro los ojos y… en mi ensoñación las imagino bellas y angelicales, graciosas y tímidas nimbadas por un reflejo dorado, las blancas gasas de sus vestiduras toman formas caprichosas, su perfume llega a mi embriagando mi alma de dulzura, su aliento humedece mi cuerpo ardoroso, (¡subió la marea! El agua me llega a la cintura).
Gritos y corridas, la gente apresurada se aleja de la playa.
Despierto aturdido por mi bello sueño, el viento castiga furioso agitando su látigo de rayos y arrasa con mis ilusiones con una copiosa lluvia.
Tiritando de frío me doy cuenta que se arruinó mi dulce sueño y perdí el día de playa.