ABR.58. EL VISITANTE, de Montserrat Acevedo
Absorta en mi libro, acariciada por el calor que desprenden los grandes leños al quemarse y disfrutando a tope del momento, no me percaté hasta ya bien entrada la noche de que en el exterior había comenzado a llover.
Abrí la puerta para dejar entrar ese olor a tierra mojada que tanto me gusta; pero lo que apareció delante de mí fue un feo sapo que hasta entonces se acurrucaba en el quicio de la entrada, y que ahora se colaba hacia el interior.
-Lo trajo la lluvia -dije para mí tomando una escoba para intentar sacarlo fuera.
Con un certero empujón eché al asustado animal de nuevo a la calle, y viendo que era ya muy tarde me retiré a dormir.
Aquella noche soñé con princesas de cuentos infantiles y sapos encantados que al ser besados se convierten en príncipes.
Al despertar me dirigí a la entrada, y con prevención, por si el animal aún se encontraba agazapado en algún rincón, entorné la puerta para atisbar al exterior. Un sol esplendido lucía con fuerza, y no había rastro alguno del sapo, que seguramente se habría marchado con la lluvia…
Ay, las ganas que dan de que el sapo siguiera allí; o de que no lo hubiera echado, ni cerrado la puerta. Me ha gustado mucho, da para pensar…
Ramón Alcaraz