ABR.85. Y EL CIELO LLORÓ…, de Raúl Jiménez
Y se puso a llover justo en el momento que me acerqué a ella. Le di el beso más envolvente del mundo. Era como si el universo llorara de alegría por nosotros. No era para menos. Después de dos años flirteando, huyendo, escondiéndonos y postergándolo, al fin sucedió. Yo creo que por allí arriba estaban tan cansados de nosotros que decidieron echarnos agua por encima como si de un bautismo de amor se tratara. Hay que decir que nosotros también lloramos. Las gotas de lluvia se confundieron con las gotas de sal y todo aquello pareció un final glorioso de una película de Hollywood. Del hollywood glorioso, claro. Cuando abrimos los ojos y nos miramos comprendimos que todo el universo había conspirado para que ese momento tuviera lugar y sólo nosotros estuvimos ahí para vivirlo.