ABR.86. EL FINAL DE LA SEQUÍA, de Sergio Haro
La nube creada por los científicos sólo tenía una peculiaridad: su color, una extraña pero hermosa tonalidad rojiza, similar a la que en otro tiempo podía advertirse en el horizonte con la llegada del viento sur. Sin embargo, aquel detalle carecía de relevancia para la impaciente muchedumbre que se agolpaba en la llanura. Millones de seres temerosos, cansados, envilecidos por una sequía interminable, que amenazaba con destruir todo cuanto eran y cuanto podían llegar a ser.
Y entonces llovió. Un agua purpúrea empapó los campos, alimentó los manantiales, colmó los embalses. A nadie pareció importarle su color: la pesadilla había terminado. Semanas más tarde, cuando los bosques renacidos adquirieron a su vez un tono carmesí, los científicos de la Compañía se apresuraron a tranquilizar a la población, apelando a una reacción química pasajera. Meses después, las primeras noticias de vacas que daban leche escarlata obligaron al propio presidente de la Compañía a dar una rueda de prensa. Comenzó hablando con la seguridad que siempre le había caracterizado, pero después pareció dudar y perder el hilo del discurso. Sus mejillas se pusieron coloradas, algo que en un primer momento se atribuyó al rubor.
Muy original, sí sañor.
es verdad: muy original…
buen empezar para una novela de miedo…
Sergio, muy bueno tu cuento. Que sepas que he leído un par de relatos tuyos, «El agua oscura» y «Los otros senderos», por ejemplo. Preciosos ambos y que me has atrapado con tu escritura tan original y fresca. Un abrazo.
Gracias, Susana. Me alegro de que te gusten.
Graciás también a los demás y suerte a todos
Un abrazo