ABR36. MEJOR PRONTO QUE TARDE, de Antonio Toribios
Al salir el sol se colocó don Alonso la abollada bacía en la cabeza, se ajustó peto y espaldar, prendió su espada roñosa del tahalí, se calzó los escarpes y las grebas de hojalata y exclamó: “Sancho, trae presto mi montura y dispón mi lanza, que la fama exige que partamos en busca de aventuras”.
Hete aquí que, sobre el mediodía, se toparon con el glorioso Caballero de los Espejos que dijo llevar muchas jornadas buscando al sin par Don Quijote para desafiarlo. Parlamentaron distanciarse cincuenta varas y preparar allí su espíritu. Colocose pues Quijano a la raquítica sombra de unas salgueras, ofreció la gloria del triunfo a su dama y, llegado el momento, se colocaron lanza en ristre y espolearon sus monturas.
Resultó que don Quijote, a unos metros de la brillante coraza del contrario, viose reflejado en ella en toda su ridícula facha, paró en seco y echó pie a tierra. “Cómo he podido estar tan ciego”, dicen que exclamó antes de saludar al oponente, al que reconoció como mozo de su pueblo, y emprender al camino de vuelta. Vivió aún muchos años y fundó la cooperativa vinícola local. VALE.
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RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO ESTE MES
Precioso, Antonio
Hermoso final para una hermosa historia. Un brindis por tu Don Quijote!!
Antonio, bonito cuento de final inesperado. Suerte y saludos.
Muchas gracias a todos.
Ganó la cordura y perdimos al caballero. Al menos que el vino valga la pena.
Buena historia. Saludos .
Con giro vertiginoso al final. Muy bueno.
Los espejos tienen mucho peligro.
Saludos.
Simpático y práctico final para una vuelta a la realidad terrenal, me ha gustado. Nuria
Algo de lucidez le quedaba a este digno hidalgo de las bodegas que ve salir el sol. Muy ocurrente y sobre todo originalidad en el desarrollo del tema.
Un abrazo.