ABR64. ¡NO ME GUSTAN TALES CABALLEROS!, de Christine-Kistila Cleret de Langavant
Querido diario
Hoy hemos estado muy ajetreados ayudando a la tía Anna para adecentar la casa.
En efecto el abuelo tenia de ir a buscar a la estación de la ciudad vecina a la tía Henriette hermana de la difunta abuela.
Ya nada más llegar la tía se empeño en meterse con los chicos:
“¡ya no existen caballeros! Vamos Thierry ¡ya tienes edad para aguantarme las puertas! Y tú Antoine: ¡cogeme este maletín!… ¡sin arrastrarle!… Ah no Christine ¡no se te ocurra ayudarle! Recuérdate que eres una damisela… a pesar de que… a decir verdad… ¡una tabla de planchar!… ¡y estas greñas!…”
La odio… ¡la odio!… ¡¡la odio!!…
Hasta se metió con la tía Anna:
“¿Que tal anda su crianza de arañas querida?”
¡Meterse con la hada de esta casa!… ¡Que víbora!… ¡¡Que bruja!!
Al pasar a la mesa más de lo mismo:
“A ver gamberros ¿Quién me arrima esta silla?… a vuestra edad mis hermanos eran ya auténticos caballeros”
¡¿Cuando se ha visto Lancelot aguantar una puerta o una silla como un mayordomo?!…
Los caballeros aguantaban las riendas del caballo y el estribo de las damiselas como… como…
¡¡Ah no!!… ¡no me gusta esta imagen de caballeros serviles!…
toda mi vida he escrito un diario Ana U… cierto que por épocas hay grandes silencios… en época de crisis ayuda mucho a poner las ideas claras…
de joven escribía uno endonde aparecen reflexiones parecidas a estas…
y en efecto ¡le o la odio! lo salpicaba cuando trataba de cierta persona… (que no se llamaba Henriette por cierto ni era la hermana de la difunta abuela…) pero dicha persona profería a menudo tales «gentilezas»…
Una auténtica tirana. Y con esa autoridad que debe dar ser abuela. ¡Siempre manduqueando! A mí me cabreaba hasta las lágrimas tener que recoger mientras mis hermanos veían la tele. La quería, pero también la odiaba, por eso y por enseñarme a coser, que yo nunca mostré interés ninguno y luego he visto que no vale para nada.
Un abrazo.
» hasta las lágrimas tener que recoger»
esta frase tuya me recuerda una que decía esta persona a mi prima Armelle que era una gran llorona:
«cuéntame Armelle: ¿cuantos frasquitos de lagrimas has llenado esta semana?»
«esa autoridad que debe dar ser abuela.»
esta otra frase tuya para apuntar que no era abuela…
mas todavía: ¡¡era un hombre!!… ¡lo que he podido odiar este tío que volvía todos los finales de semana!…
todo el mundo decía de él que era un «gran caballero»…
Difiero de lo que dices de que coser no sirve para nada. Es como mínimo cuestión de paciencia, técnica, afición, y sirve para crear desde algo sin forma, a base de puntos e hilvanes, una obra que sirve para cubrirse, lucir o abrigar.
De igual manera que escribir. Todo precisa una base, una idea, una ejecución.
Kistila, tu relato lo tomo como una confidencia y un desahogo, con su familiaridad y sus expresiones tan vivas y explícitas. Me gusta el tono del relato, los personajes que haces desfilar, los sentimientos tan a flor de piel o tan soterrados.
siempre es un placer leerte, pirque siempre tienes detrás una historia humana, y la regalas. Un abrazo.
sí Antonia: ha sido para mi un «desahogo» escribir este relato…
hacia muchísimo de que no me acordaba de los aspectos malos de estas vacaciones de Normandia en casa de la tía Anna que era para mi la «hada» de este lugar…
muchos cuentos de la caballería nos contaba ella… pero… pero… la casa estaba abierta también a otras personas de la familia… muy numerosa por cierto…
¡muy interesante tu comparación entre el coser y escribir!
Vaya con la tía Henriette, supongo que sacaría billete de ida y vuelta. Cuanto más lejos mejor.
Divertida historia Kistila.
Un saludo.
Elena Sánchez
Divertido tu relato. Curiosamente es muy acertado el carácter tía Henriette, esas señoras de alcurnia (real o infundada). Buen recurso el de usar el diario. Suerte a fin de mes.
gracias Elena y Ximens…
quisiera saber «inventar» como tantos de vosotros… sé solamente «plasmar vivencias»…
…de alcurnia sí… pero «de corazón» es otro cantar…