ABR66. LA SEÑORITA DULCE, de Asunción Buendía Hervás
El fiel Matías con su paso cansado por los años, empujó las pesadas y macizas puertas del salón principal del palacete. Y mientras las dejaba abiertas de par en par anunciaba con su voz aún firme y grave:
– La señorita Dulce- y se hacía a un lado para dar paso a una muchacha de arrolladora belleza y desbordante vitalidad.
Lentamente, saboreando el efecto que sabía provocaba en cuantos varones posaban sus ojos en ella, y entre el remolino de sedas y encajes que desataba el vaivén de sus caderas, se dirigió hasta el centro del magnífico salón.
– Mi querida hija Dulce, que sorpresa!
– Mi querido Señor, que no padre, no me llame más querida, ni mucho menos hija. Ni soy hija suya ni de su esposa, de sobra sabe quien me trajo a este mundo, de ella llevo su nombre, Dulce, o Dulcinea o mejor aún Aldonza, y padre para mi aflicción, solo puedo llamárselo a aquél caballero del que solo oímos noticias de su triste figura y aún más tristes andanzas…
Buena atmósfera y lenguaje. No conocíamos de esa faceta del caballero, pero nunca es tarde para saber de sus andanzas y los resultados. Me ha gustado la idea y como la desarrollas. Muy interesante. Felicidades y suerte.
Gracias Antonia, he querido recrear una variante divertida de la historia de nuestro sin igual don Quijote, dándole una hija, fruto de su amor con Dulcinea y así al mismo tiempo pensar que no fue solo un amor platónico.
Besos.
¡Vaya con don Quijote! Que creativo darle una hija.
Muy bien Asunción una divertida historia.
Mucha suerte.
Un saludo.
Elena Sánchez
Gracias Elena, también a mi me pareció divertido este giro.
Al principio había escrito otro micro, pero luego vi que no indicaban escribir algo acerca de Don Quijote y ya ves.
Saludos.