ABR92. NOBLEZA OBLIGA, de Miguel Ángel Pérez García
Yelmo, peto, grebas… una a una fue desembarazándose de las piezas de la armadura con ayuda de un sirviente. Frente a él, la amplia ventana de sus aposentos personales, ofreciendo la amplitud de sus tierras. Esbozó un gesto amargo. ¡Tantas tierras y tantos súbditos! Tantos ojos que no le permiten alcanzar su deseo: campar desnudo y anónimo.
Me ha gustado mucho tu relato, Miguel Ángel. ¡Cuántas pequeñas cosas nos sujetan y nos impiden ser lo que realmente queremos! Un saludo
Muchas gracias, me alegro de que os guste mi visión.
Me gustaría que así fuera siempre, que el que se lo lleva caliente pagara un costoso tributo por ello. Que su alma (caso de que la tenga) no se despegara jamás de la mirada de los sometidos.
Un abrazo.
Porque nos han puesto una armadura mental los castrantes de las libertades.
Susana, Ximens, yo hablaba de la falta de libertad para elegir, nunca hablo de política.
Bueno, sí, pero es un rey con sirvientes y vasallos y tierras y aposentos… Da que pensar en otros puntos de vista. Si quiere el anonimato puede liarse el hatillo y salir a recorrer mundo también.
Un abrazo.
Buena aportación, el caballero que desearía dejar de serlo para ser anónimo. En realidad ¿qué se lo impide? Igual no tiene en quién delegar sus funciones.
Muy bien hilada esa desmotivación. Un abrazo Miguel Ángel
Yo creo que es bastante flojo. Se lo impiden las convenciones sociales supongo.
Bueno ese contraste de la armadura a la desnudez. Bueno ese deseo tan simple, tan básico, del que lo tiene todo.
Abrazo, Miguel Ángel.
Amparo
Todos tenemos carencias. Creo yo. Igual es para consolarme.