AGO119. ATUL MAINO, de Rafael Tejada Torres
Con pasitos torpes, con tus siete meses aún sin cumplir, no dejaba de sorprender tu exagerado magnetismo por el azul del mar. Sostenida por mis manos, tus bracitos se estiraban, tus ojillos vivarachos se aplanaban y escondían, y dos dientecillos te asomaban traviesos desde una eufórica sonrisa, (…) incontenible mueca nerviosa. Mientras tirabas de mí, con tu torpe caminar, alongando tus piececitos, tal vez para no perder la ola que de vuelta se escondía en el mar. El agua te perdía…
Sé que lo habrás olvidado, que tan pequeña sería imposible recordarlo, que te gusta cómo te lo cuento, que exagero, me pides que te cuente cositas de tu niñez y aquí estoy yo, para contarte una y mil veces, tu primera experiencia azul agosto, la del azul del mar. La experiencia más bonita que he tenido, que a los dos nos sorprendió, que la guardo y que siempre mía será.
No es extraño por ello, que en tus primeros chapurreos, agua fuera la primera palabra con sentido y “atul” la segunda, reconocible al menos. Siguieron “atul turqueta”, “atul maino”, “Atulina” o “atul teleste”. Azul era toda tu vida, aunque sin saber pronunciarlo, lo hacías antes que saber decir papá.
Esa niña va para sirena o para pintora. Me gusta que tus recuerdos sean azules, que los compartas y que seas tan feliz con ellos.
Lindos recuerdos de un amoroso padre que evoca las primeras gracias de su hijita. Felicidades
Que belleza de relato nos regalas, el atul del amor correspondido.
Un abrazo amigo
Los recuerdos a veces son los mejores relatos. Otra gama nueva de azules. Suerte.
En este caso sí. Gracias Pablo.
R.T.
Me encantan esos recuerdos, Rafael, por la felicidad «atul maino» del papá y de su hijita, tan obvia en tu relato.