AGO126. DESCONSUELO, de Fernando Sopeña Lopez
Al tío Evaristo se le encuentra siempre en el mismo lugar, cualquiera que camine por el muelle le puede ver sentado en el banco junto a la cofradía de pescadores con la mirada perdida en el mar, tan lejos y tan cerca. Si no vas con prisa y le preguntas te cuenta la historia de la tía Enriqueta.
A la tía Enriqueta le maravillaba el mar aunque no lo conocía más que por esas revistas de viajes que tanto la gustaban, siempre que íbamos a visitarla siendo niños nos entreteníamos ojeándolas, las tenía por montones en todos los rincones de la casa. Solía decir que su color favorito era el azul marino en homenaje a ese gran infinito, no vestía otra ropa que no fuera de ese color. Cuando un día decidió por fin viajar a la costa a conocerlo todos en la familia la apoyamos, menos el tío Evaristo, que nunca llego a comprender tanta pasión por algo desconocido. Por eso fue una desgracia que aquella ola se la tragara.
Al día siguiente sin ningún reproche el tío Evaristo hizo las maletas y se le encuentra siempre en el mismo lugar.
Hay que ser muy cautos con el mar, os lo digo a todos, que ayer me cubría por las rodillas (playa Canallave, vaya nombre) y notaba su enorme fuerza. Bonito cuento, veo el caseto que hay en Puertochico y a esos hombres de rostros curtidos en plena conversación. Muy bonito, Fernando.
Un abrazo.
No voy a ser yo el que os diga que cuidado con el mar y sus seres, pero el relato me ha parecido muy marinero y me ha gustado mucho.
Un abrazo Fernando
Me gusta el tío Evaristo, tan callado y tan fiel.Y la tía Enriqueta, marinera de corazón. Buenos personajes y buena historia.
Y la estructura «capicúa» refuerza lo legendario del texto. Suerte.
Me pareció muy romántico tu relato, sobre todo por ese amor más allá de la pérdida.
Un abrazo
Me gusta tu relato, Fernando, tiene algo fantástico, en la extraña llamada del mar que siente la mujer. Me gustaron también los nombres de los personajes, con la misma letra inicial. Suerte.