AGO168. CLASES ALTAS, de José de Ormuz
Primer dia en su nueva casa, después de abandonar a su madre y sus hermanos en el asqueroso cuchitril al que llamaban hogar, el mísero agujero donde había nacido. Ella nunca se había conformado con el triste papel que el destino parecía haberle asignado; siempre, desde muy pequeña, aspiró a situarse por encima de la mayoría y gozar del lujo y la buena vida: muebles de caoba y nogal, suelos de parquet con calefacción de hilo radiante, comida de los supermercados más caros y exclusivos… Ahora, tras una larga, peligrosa y agotadora travesía, había alcanzado su sueño, y estaba dispuesta a disfrutarlo.
Un exquisito aroma proveniente de la cocina hizo que saliera con decisión. Oyó pasos y un grito de pánico. Detectó movimiento con sus antenas y miró hacia arriba. A pesar de que sabía que era el final, no pudo evitar una oleada de satisfacción cuando vió, grabada en la suela del zapato que iba a despanzurrarla, la elegante firma de Manolo Blahnik.
Muy bueno, no es lo mismo morir de un pisotón de alpargata de mercadillo, que con la pisadita de un zapato de marca, jajaja
Suerte con este buen micro.
Rosy
Gracias Rosy. Había pensado en mencionar también las Chirucas, pero no sé si alguien se acuerda de ellas.
Bueno y bonito, aunque no barato!! Por lo de los manolos, lo digo… Si es que aunque la cucaracha se vista de seda…
Un abrazo
Barato me ha salido, lo he escrito esta mañana en un rato porque no llegaba a tiempo… Gracias Aurora, un abrazo.
De ahí lo de «muertos, los que yo maté, no os podéis quejar de mí….»
Bien llevada y original esta historia de superación y de clases, aunque el final fuera trágico. Optimista era la chica.
Suerte.
Sr, José de ormuz, una genialidad, en serio, la idea me parece de lo más original y muy de fábula, con moraleja final y todo. No seas pretencioso, jajja y divertido.
Me ha encantado, suerte
Gracias, Maestro… Me ha salido así, pero ya me conoces: nada más lejos de mi intención que ser moralista (ni moralejista). Abrazo, José de Ormuz.
Me encanta José, desde el Cabo de Gata mi enhorabuena, espero leer muchos más cuentos
Gracias, gracias, distinguido autor. Los leerás, para tu castigo. Abrazos.
Sr. de Ormuz, que fino es usted. Con que magistral gracia nos ha relatado la vida de muchas cucarachas que confunden conciencia con consumo, riqueza con dinero, sapiencia con apariencia. Aplastados por un “manolo”, atropellados por un potente alemán, sepultados bajo las más bellas porcelanas valencianas, quemados en las hogueras de documentos sin valor.
Sr. de Ormuz, que grande es usted. Tengo la sensación de seguirle desde los tiempos inmemoriales en que la felicidad consistía en tumbarse en playas de piedras grises y compartir lo único que era verdaderamente nuestro: el tiempo. Algún día se cerrará el círculo y acabaremos, felices y transidos frente al mar, pensando que, al fin y al Cabo, valió la pena.
Sr. de Ormuz, no ceje, coño, no ceje.
No cejaré, sr. Casichino. Tenga usted compasión de la gente que habita esos lugares exóticos a los que se dirige pues, como dijo Abraracurcix hablando de los griegos, ellos no tienen nuestra cultura ni nuestro glorioso pasado. Gracias por el amable comentario. Abrazos.
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El buen humor que triunfe siempre, José. Es un micro con su planteamiento, nudo y desenlace en progresión «tobogán», está muy bien conducido.
Un abrazo.
Buen relato, José. Si ella ha sido feliz así… no seré yo quien se lo discuta; se ve que hay a quien no le importa ser aplastado por el dinero siempre que esté cerca de él. Por cierto, he utilizado durante mucho tiempo Chirucas, y las echo de menos.
Saludos y suerte.