AGO86. ESTUDIO EN SEPIA, de Ana Fúster
Contaba mi abuela, con la persistencia de la memoria lejana típica de los ancianos, que a mi abuelo le habían tomado aquella fotografía apenas unos días después de regresar de Dominica, de donde había vuelto con un loro, mucha agua en los ojos y unas fiebres tropicales intermitentes. Aquello había sucedido hacía mucho tiempo, un tiempo cuando en los atardeceres de agosto los dos se sentaban bajo la umbrosa parra del patio y compartían una jarra de limonada recién hecha entre los juegos de los niños, un tiempo… Y ahí, invariablemente, callaba y acariciaba con las yemas de los dedos al joven apuesto en su uniforme azul de marino que la miraba desde el sepia de la foto y de sus propias manos arrugadas, el mismo hombre que ahora me mira a mí desde la misma foto, enmarcada sobre la mesa de mi estudio, mientras mis dedos dan forma sobre el teclado a la frase que mi abuela siempre calló: un tiempo feliz, antes de que la guerra, el penal militar y el fusilamiento lo arrancasen de ella, dejándole tan sólo la imagen, para siempre congelada en sepia, de aquel joven apuesto en su uniforme azul de marino.
Narración en sepia, como el color de la fotografía, como el recuerdo.
Muy buen ritmo, ambientación y vocabulario adecuado a la historia, tan antigua y tan actual en el teclado.
Felicidades y suerte.
Un relato dulce y amargo a la vez, como la vida.
Un tierno y triste relato de historia familiar truncada por la intransigencia. En tu relato se ve en color las escenas en sepia. Me gusta mucho el salto cronológico que realizas sin sobresaltos. Venga, a ver si nos vemos en el libro.
Por mucho azul marino… efectivamente: el tiempo siempre acaba en color sepia. Enhorabuena por un relato tan emotivo, crudo y cercano a todos nosotros.
Precioso, me trae muchos recuerdos del pasado.
Una cierta melancolía refleja todo tu relato, muy bonito por cierto. Melancolía que,también, algunos sentimos a veces.
Mucha suerte.
Un abrazo, Ana.
Ana, tu relato usa una técnica muy interesante, encontrada en algunas películas, por ejemplo el La lista de Schindler, (en que en la pantalla todo era en blanco y negro, solo el vestido de una niña era rojo); en tu relato, todo lleva el color sépia, de la nostalgia del pasado, solo en la memoria de las que amaron al soldado vive el azul marino de su uniforme. ¡Felicidades!
Qué bonito, transmite calma. Se siente pasar el tiempo al leerlo. Me gusta por el tono, porque en pocas palabras encierras toda una vida (o mejor dicho, dos vidas). Gracias y enhorabuena. Emilio
La fotografía es una máquina del tiempo sin ciencia ficción. Es esa realidad la que inquieta y sobrecoge; y más cuando se cuenta con lo menos. ��
Precioso relato que consigue con ternura y sin sobresaltos, y para mí esto es lo importante, transmitir un sentimiento una vivencia. Enhorabuena a la autora, espero que nos deleite con más relatos.
Muchas gracias a todos por el tiempo que os habéis tomado en leer el relato y por vuestras más que amables palabras. «Una máquina del tiempo sin ciencia ficción», qué cierto.
Las fotos sepia me resultan también inspiradoras, y más si forman parte del pasado de la familia. Enhorabuena por el cuento.
Un abrazo.
Los recuerdos que atesoran las fotos de los seres queridos son comparables a los que albergan las aguas de océanos y mares. Me ha gustado tu nostálgico relato.
Saludos
Paloma Hidalgo
Muchas gracias, Paloma. Me emociona que os guste el relato porque hay mucho de realidad en él.