54. Albuñol, Granada, cueva de los murciélagos
Nunca es tarde. Por fin me han encontrado. Llevan 9000 años entrando y saliendo, como con miedo, en esta cueva que fue a un tiempo taller y sanatorio, refugio y hogar nuestro.
Sabíamos que aquel clan, nuestra familia, se terminaría marchando con el tiempo. Es ley de vida. Pero no queríamos caer en el olvido. La lucha y el sacrificio que mantuvimos nos trascenderán como legado. Que los que nos continúen sepan de dónde vienen, que recuerden que el bien más preciado fue y será siempre el bien común… Bueno, de momento sólo han encontrado unas alpargatas rotas y lo que queda de unos cestos. Espero que no tarden otros 9000 años en comprender que siempre estuvimos ahí. Que ellos, vosotros, sois nuestros hijos.
Necesitamos conocer y no olvidar de dónde venimos, para tenerlo presente a la hora de pensar hacia dónde podemos ir.
Es casi un milagro que esos objetos, confeccionados con material orgánico, se hayan conservado hasta hoy. Más vale haberlos encontrado tarde que nunca, de hecho, cuanto más tarde, más curioso y enriquecedor resulta.
Un relato para la reflexión como especie, más allá de los individuos, a partir de un descubrimiento real, tan actual como anclado en la antigüedad.
Un saludo y suerte, Manuel.
Tu relato está impregnado del trascendentalismo que la voz narradora pretende dar a la cultura de la que fue parte, de modo que al leerlo uno se siente envuelto en el arcaísmo de esos restos hallados, sumergido en los 9000 años desde que los el personaje nos contempla. Luego viene ese “Bueno…”, y los nueve milenios desaparecen de repente y nos lo colocan, coloquial y cercano, a nuestro lado, dispuesto, eso sí, a estremecernos con su última frase. Me parece una propuesta muy fresca y original, Manuel. Mucha suerte con ella y un abrazo.
Creo que muchos de los que han entrado en ese lugar no miran como deben pero los rstosencontrados no han dejado clara la enseñanza que nos transmites al final y es que los hijos somo siempre unos desagradecidos.Suerte Manuel