12. Algor mortis
Los dientes les castañeaban mientras engullían los helados con sabor a naranja. Sus labios estaban más púrpura que rosados y las yemas de los dedos como garbanzos, pero no tenían frío sino una prisa enorme por zambullirse de nuevo en el agua.
La misma premura con la que años después corrían para resguardarse de la lluvia y comerse a besos bajo la marquesina de la parada de autobús. En esta ocasión las manos les temblaban, aunque tampoco por el frío más bien era la urgencia por quitarse la ropa empapada.
Así, con su celeridad de siempre, sortearon las bajas temperaturas de toda una vida juntos hasta el día en que sintieron el roce del frío eterno. Entonces no tardaron en refugiarse bajo las sábanas y darse su calor.
Fue en la cama donde los encontraron fundidos en un abrazo. Una muerte lenta con claros indicios de hipotermia, concluyó el forense.
Nunca una pareja se expuso tanto a las bajas temperaturas, contrarrestadas con creces mediante la energía cálida (y hasta ardiente) que se profesaban. Todo ello de principio a fin, una vida entera con sus etapas, que en realidad fueron dos fusionadas.
Un relato en el que la energía del amor y la buena compañía juegan un papel protagonista, algo a lo que, conscientes o no, aspiran la mayoría de seres humanos. No hay frialdad que pueda con una pareja bien avenida.
Un abrazo y suerte, Aurora.
Maravilloso texto Aurora, toda una vida contada de manera brillante.
Felicidades y un fuerte abrazo
Ángel, tu comentario siempre tan acertado, ahora que lo leo quizás hasta me gusta más que mi texto ja,ja,ja
Muchas gracias!
Abrazos
Javier, muchísimas gracias por tu lectura, ya ves que nadie se libra del único frío que es eterno, una paradoja eso de vivir rápido para morir despacio
Abrazos