06. Altamira
Entras en la cueva. Inspiras. Miras a tu alrededor. Espiras. Sientes un escalofrío y te fuerzas a avanzar. Retienes el aliento. Quieres huir, cerrar los ojos, pero es algo más fuerte que tú. Te ahogas. Tu corazón palpita a cien por hora. Imágenes del escándalo, la vergüenza, la cárcel. Sueltas el aire de forma errática. Tus pasos retumban cada vez más graves. Ahora las imágenes son de fama, de reconocimiento, de aplausos. Lo ves. No quieres. Lo tocas. Suspiras. Sigues las líneas con tus dedos temblorosos. Inhalas con precaución. Lo reconoces. Tu corazón se detiene un segundo. Piensas en lo que vendrá. Los juicios, los prejuicios, los perjuicios. Jadeas lentamente mientras compruebas la foto en el móvil punto por punto. Coincide. Hay un momento de asfixia. Tienes que cerciorarte. Lo haces. Todo continúa igual. El último signo hallado en Altamira es idéntico al signo de tu familia. Bufas desesperado. La alarma estridente martillea tus oídos. Tienes que huir ya. En tu afán de encontrar a tus antepasados has llegado demasiado lejos.
Está claro que todos tenemos un origen, que acumulamos experiencias pasadas y somos consecuencias de lo que hicieron nuestros ancestros. Tu protagonista ha tenido la fortuna y la habilidad de encontrar vestigios de antepasados en una de las más celebres e importantes cuevas prehistóricas conocidas; aún se podría avanzar más, hasta los primeros homínidos, hacia las primeras agrupaciones de células. Debe ser emocionante descubrir el pasado, seguro que de alguna manera sirve para comprender mejor el presente y mirar el futuro.
Un abrazo y suerte con esta historia de visión retrospectiva, Susana.