9. Amelia y Luisi (Javier Igarreta)
Todo empezó con un costurero que le dejaron los Reyes en casa de la abuela Paca. Abrir aquel canastillo de mimbre, con sus hilos de colores, fue para Amelia el descubrimiento de un mundo de fantásticas posibilidades. Algo tuvo que ver su primo “Luisi”, compañero inseparable de juegos. Ambos compartían idéntica pasión por las muñecas y Amelia cosía primorosas ropitas con cualquier trapo que caía en sus manos. Luisi le dejaba hacer sin poder apartar la vista. De vez en cuando intercambiaban miradas de complicidad. Llegó un momento en que se olvidaron de las muñecas. Extenuadas y maltrechas quedaron en el armario del desván. Allí encontraron ropas viejas para seguir con sus juegos. Luisi siempre accedía gustoso ante la desbordante creatividad de Amelia.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Amelia llegó hasta lo más alto de las pasarelas. Luisi nunca tuvo claro cuál era su lugar y volvió a la casa vieja. Allá estaba el armario. Se acercó con un nudo en la garganta. Adentro encontró una cuerda. Le pareció algo tan obvio que se acordó de Amelia. Siempre tiraba de la cuerda para encontrar cordura.
La vida es una evolución constante, como también una lucha permanente. Buscamos, sin encontrar del todo, una paz que nunca es completa. Hay quien, más o menos, logra hallar un sentido. Otros, solo lo logran durante algunas temporadas. Tus dos personajes son un ejemplo del primer caso y del segundo. Alguien dijo una vez que para vivir no solo hacen falta medios, también motivos. Luisi intentó regresar a esa época en la que fue más dichoso y auténtico, cuando entonces no sabía que lo era, algo imposible de reeditar, de ahí que le pusiera punto y final a todo.
Un relato sobre la nostalgia, la idea de que cualquier pasado fue mejor y la imposibilidad, para algunas personas, de hallar el empuje necesario para proseguir en este recorrido de altibajos que llamamos existencia, al que a veces cuesta encontrarle un sentido. «Luis nunca tuvo claro cuál era su lugar» habla de sufrimiento, de su verdadera naturaleza, contraria tal vez a lo que se espera de él, dado su sexo masculino, una lucha constante que ha de ser difícil de mantener, sin duda.
Un abrazo y suerte, Javier
Agradezco que una vez más te pares a comentar mi relato con tus atinadas observaciones. Muchas gracias y un abrazo.
Pobra Luisi que no encontró su sitio en ningún lugar. Seguro que muchas veces soñó con quedarse para siempre en esa infancia de muñecas, disfraces y vestidos.
Deseo que tengas suerte con tu micro, que empezó como algo cándido, lleno de botones, telas y colorines y acabó con la oscuridad de un armario real e imaginario. Una metáfora estupenda.
Besos y suerte.
Muchas gracias por tu amable comentario. Encantado de que te haya gustado. Un abrazo.