95 – Andenes
Todo el mundo fuma en las estaciones de autobús y en los coches aparcados en las veredas cuando esperas a que lluevan sapos. La acción de los vientos podría elevar un gran número de ellos, reunidos en un lago, cerca de donde tú estés, y transportarlos dentro de una nube con forma de gato, para lanzarlos sobre tipos con fotos de niños en el salpicadero y lápices de Ikea en la guantera. Quizás salga dejando la puerta abierta mientras suena “Hit the Road Jack” interpretada por Ray Charles, y dando pequeños saltos en cuclillas, a través del camino, me aleje poco a poco trazando una línea recta.
Ya no recuerdo ni tu cara, ni tu pelo, ni tu sonrisa; el tiempo hizo una bola de papel arrugada, perdida en algún pantalón, el billete de ida a Madrid. Te miré, solo una vez, cuando el humo salía de tus pulmones, elevándose; perdiéndose para siempre en mi memoria la maravilla de tu mirada.
Miguel, muy romántico el final de esta historia, y original todo el resto. Suerte y saludos
Hay anhelos y frustraciones en todas esas pequeñas nubes de humo, y quizá también un encuentro con la propia soledad en cada una de las personas que las emite. No es fácil escapar de nuestras cárceles voluntarias, a menudo ni siquiera resulta deseable, por más que en principio baste con salir dando saltitos de la celda. Por eso lo más habitual es no hacer nada, si no es imaginar cambios irracionales o improbables, imposibles tal vez, que pudieran sacarnos de la rutina. Aunque a veces nos agarramos a un recuerdo fugaz, gratificante, de algo que pudo ser y no fue, y mientras este flota en el aire podemos experimentar algo cercano a la felicidad.
Gran relato, Miguel. Con ese sello tuyo tan especial y con un segundo párrafo que supone un cambio total de ritmo y que logra conmover.
Enhorabuena y un abrazo.