82. Ángulo muerto
Corren malos tiempos para enamorarse siendo un niño. Cuando nos cruzamos en La Plaza Mayor el tiempo se detiene. Ayer le pedí para salir y me dijo que sí, ella es lo más bello que hay en este mundo.
Mamá me advirtió que debo ser precavido, dice que si nos pillan besándonos tendremos problemas, por eso cuando regresamos a casa en el autobús subimos al piso de arriba, a pelarnos los labios a besos, allí aprovechamos el ángulo muerto del espejo desde donde nadie, ni siquiera el revisor, puede vernos.
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Nunca un ángulo muerto estuvo tan lleno de vida. En pos de lo que se considera la decencia y las buenas costumbres, en los espacios públicos las manifestaciones espontáneas de cariño se reprimen. Por suerte, el amor y la pasión, que son sin duda los más bellos sentimientos y pulsiones, siempre encuentran hueco y saben abrirse paso aún en el entorno más inhóspito.
Un relato que hace bueno eso de «el amor todo lo vence».
Un abrazo y suerte, Ton.
Qué bonito Ton. Que rollo hacerse mayor y sentir que los ángulos muertos no existen y que todo el mundo te mira, y además, te juzga.
Qué pena dejar atrás la inocencia y descubrir la desconfianza.
Es precioso tu relato y miy apropiado para este día que acaba de expirar.
Un abrazo Ton.