81 Animal print
En días como ayer, en que este tiempo escurridizo devolvía una época lejana, cuando el crepúsculo era arrastrado por un horizonte en espiral, él solía anhelar su captura. En aquella cueva, paseándose a través del humo de la sala, cargada de problemas rebajados con ron, descubrían a la cazadora acechando aventuras. Entre algunos, pocos exploraban sin pudor con pupilas dilatadas. Tachonada en latón, una mariposa que celaba su pecho, libaba la fragancia emanada al manoteo de la melena. El valiente sujetaba el peligro del ojo felino apuntando a la presa, de sus labios rindiendo el cigarro al roce canino. Aun detenida la música, seguía apostando vasos en la barra hasta convocar al que servía las tinieblas quien, al cabo de horas, las acomodó en sus ojos: a la niebla y a la chica. Desde las sandalias gladiadoras, sus correas ascendían en abrazos, y afilando la pasión, una uña arañaba la diagonal de su mejilla. Desconocía cuánto tiempo lograrían aguantar las fingidas alas el peso de ambos. Entonces, no le importaba, sabía que merecía la pena. Hoy, importaba una más en medio de ningún regocijo, por ello clamaba sin piedad: «desgárrame el alma otra vez, mujer».
Tu relato es cautivador, va directo a los sentidos y se puede gozar sin necesidad de que lo lleguemos a descifrar en toda su riqueza.
Como siempre, es un placer leerte.
Un cálido saludo, Bea.
Yo tampoco creo que sea necesario conocerlo todo para disfrutar de una lectura. Quizá haya aspectos que formen parte de la relación que se establece entre los personajes y quien los crea, o quizá no. Sentir está bien, a veces la diferencia radica en eso.
Gracias por tu lectura y el tiempo dedicado, Jorge. Un cálido saludo.