88. Años de olor a romero
Olía a romero. También había cardos y aliagas. El patio del fuerte que siglos atrás defendió la bocana era nuestra selva después de clase. A través de la maleza, que nos arañaba las canillas, lográbamos conquistar una aspillera. Acodados allí, entre mordiscos al pan con chocolate, vimos balleneros, oímos cantar sirenas, nos sorprendió un barco pirata y llegamos a distinguir un submarino en blanco y negro emergido de alguna matiné.
Esa tarde subimos por la escalera de caracol a la explanada del techo. El cañón, aún apuntado al horizonte, nos hizo de chalupa. “Hay mar gruesa, ¡cuidado!”, gritó mientras fingía equilibrios sobre el bronce. Un traspié. Cuando pude reaccionar, ya se había roto contra los bloques de la escollera.
Ahora los niños no juegan en el fuerte. Lo restauraron y es el Museo de Arquitectura Defensiva. La visita les aburre. También a mí, que hoy he venido con la desesperanza de avistar otra vez balleneros, barcos pirata o submarinos desde las aspilleras. Sólo he encontrado lo que traje. Este insufrible olor a romero pegado al recuerdo. Y el canto de sirenas que desde hace veintiséis años me invita a reunirme con él sobre los bloques.
Yo creo que este acaba por dejarse llevar, 26 años son muchos para no olvidar. Me lo imagino profesor con sus muchachos. Está muy bien, quizás un par de detallitos a corregir, pero en general impecable. Mucha suerte pa rascar lista.
Besísismos.
Sí, tiene toda la pinta el pobre (de las dos cosas, de dejarse caer y de ser profe). Gracias por tus buenos deseos y por encontrar cosas mejorables, que eso siempre interesa. Cuando quieras.
Besos.
Es precioso, especialmente el primer párrafo. De nuevo en las quinielas para ganar cono siempre.
El primer párrafo son recuerdos genuinos, el resto afortunadamente no. Muchas gracias por tu comentario y tus buenos deseos. Besos.
Una bella evocación de recuerdos de la infancia, a pesar de la tragedia. Me ha encantado, Ana. Muchos besos.
El fuerte existe y los recuerdos de la infancia también. Gracias por comentar y me alegro de que te haya gustado. Besos.
Precioso, Ana. Consigues que te acompañemos en ese viaje a través de los recuerdos y hasta que presenciemos la tragedia, y todo de un modo fluido y muy natural. Suerte y besos
Si lo has vivido de esa manera me lo tomo como un gran cumplido. Muchas gracias por tus comentarios y buenos deseos, compi.
A pear de la tragedian, el relato es muy bello. Nos acerca a las aventuras de la infancia, a las meriendas de pan con chocolate, aquel tiempo en el que jugar era, sobre todo, echar mano de la imaginacion. Un beso y mucha suerte.
Jugar era tan real que nos marcaba la piel, aun tengo alguna pequeña cicatriz de aquella época. Ahora es todo mucho más seguro, al menos para el cuerpo. No sé si para lo demás también. Muchas gracias por pasarte y otro besazo para ti.
En un buen relato en el que quizás has «condensado demasiado» para la primera lectura, por ello, en mi caso lo he disfrutado en la segunda. Triste historia de una pérdida que se ha pegado al recuerdo. No me extraña que esté ya en el libro.
Pues si te lo has leído dos veces, por el motivo que sea, es todo un halago. Muchas gracias por haberte pasado por aquí y por allá 😉 y por tus deseos rotundos de suerte. Besos.
Precioso relato colmado de aromadas reminiscencias.
Abrazos.
Por aquí crece romero en cualquier parte, así que es un olor que tengo asociado a muchos recuerdos. Muchas gracias por tu comentario y besos.
Muy bueno este relato. También los fantasmas sienten nostalgia de un pasado que creen fue mejor. Muy clara la narración y una historia contundente.
Saludos.
Supongo que muchas veces tendemos a idealizar los recuerdos. Muchas gracias por comentar y un beso.
Ya comenté Facebook. Y me sigue gustando. Tragedia mal venida al recuerdo, retratada de manera especial y fantasmas que quieren seguir a la deriva de tu relato. ¡Genial!
Un beso Ana
Bien jugados los dos planos temporales, y bien mezclados los ingredientes de los juegos infantiles, la tragedia, la nostalgia y, quizás también, un poco de culpa.
Saludos, Ana, y no pierdas de vista el horizonte: Nunca se sabe si pasará un ballenero.