96. Aparentar
En el puente de mando del Ttitanic el capitán seguía aferrado al timón mientras se volvía a colocar bien la gorra. En el bar un camarero sujetaba la copa del único borracho que quedaba sentado frente a la barra, dándole la misma inclinación que había tomado el barco. Aquellos dos castos jóvenes por fin estaban juntos en aquel largo banco aunque la chica interponía entre sus labios un abanico blanco de madera. La orquesta seguía tocando, amontonados, mirando con cierto respeto al piano que amenazaba con seguir su misma trayectoria. El chico de mantenimiento movía los cuadros hasta ponerlos rectos respecto al nuevo horizonte. Y todo esto pasaba mientras que en el camarote 115 un as de picas empezaba a emerger de la manga de mi chaqueta. Los molestos cigarrillos, a medio apagar, empezaban a flotar. Todos teníamos en los parpados pequeñas burbujitas de aire y mirábamos absortos al infinito. Nos esforzábamos, sin mucho existo, en aparentar que estábamos vivos.
Veo que hemos coincidido en el tema. Cuánto nos inspira el Titánica. Un abrazo. Gloria
El Titanic está lleno de rincones inexplorados
Un saludo
¡Qué gran ritmo! Me ha encantado, Enrique.
Gracias Luis.
Un saludo
El ser humano necesita un acicate para hacer algo grande… y aquí lo tenemos.
Gracias M Carmen. Tan grande que al final se hundió.
Querido Enrique, un walking dead bajo el mar que me ha atrapado. Suerte y felicidades por el relato.
Gracias Manuel.
Saludos
Pero qué divertidas vidas (aparentando) después del hundimiento. Parece una película de Chaplin.
Qué bueno el chico de mantenimiento.
El pobre le tocó currar hasta el último momento. Me lo imagino achicando el agua o fregando la cubierta.