149. Apariencias
Aunque él era negro, había oído muchas veces eso de que de noche todos los gatos son pardos. Eso sí, estaba seguro de que quienes lo decían, no la conocían a ella: deslumbrante, distinta, quizá extranjera; inalcanzable, al otro lado del cristal. Por ella cada noche se aventuraba en aquel barrio extraño; únicamente para verla y observar hipnotizado sus movimientos armónicos, su brillo, su collar rojo y esos exóticos caracteres tatuados en su piel. Además, intuía que ella cambiaría su suerte, mientras se acercaba y observaba sus ojos ausentes y el rítmico balanceo de su brazo izquierdo bajo el rojo neón del restaurante chino.
Hola, Flor.
Un texto el tuyo de lectura muy ágil, loable virtud. Y, en efecto, nos demuestras que no todos los gatos son pardos, ni de noche. Hay gatos, como tu protagonista, que son candorosos y soñadores. Que ven el revés del espejo. Que tienen un corazón, como diría un profe que tuve, encaprichado en lo imposible. Tu gato negro, y preclaro, de la gatita que saluda, que le saluda a él. Enhorabuena. Un beso.