133. Aprendizaje (Eduardo Solana)
Llevó a su hija a la feria para animarla, y le compró un pollito recién nacido. Al tomarlo entre las manos ella sonrió después de mucho tiempo, y ya no quiso ni subir a los caballitos. En el coche, volviendo a casa, ella empezó a susurrarle:
—Te voy a cuidar muy bien, ya verás. Te llamarás Pío-pío —y era cierto que el pollito piaba todo el tiempo—. Vivirás en la casita de mi muñeca Lucy. Y te daré miguitas de pan todos los días.
Él estaba al volante y no podía verlo, pero oía piar al pollito cada vez más débilmente mientras la niña lo achuchaba, riéndose cada vez más.
Cuando casi habían llegado, él se dio cuenta de que el coche estaba en silencio. Preguntó:
—Cariño, ¿por qué no se escucha ya al pollito?
—Creo que se ha dormido, papá. Está muy quieto.
Miró por el retrovisor, pero solo vio la cara sonriente de la niña y sus manos cerradas, casi selladas, sobre una bola de plumas amarillas.
Entonces la niña miró al asiento vacío del copiloto.
—Papá, ¿me podré sentar ahora a tu lado?
Él sonrió antes de responder.
—Eres una niña muy, muy lista. Claro que sí.
Los niños copian lo que ven.
Espeluznante.
Suerte.
Sonrisas mil
Manuela
Impresiona. Un beso.