105. AQUEL ERA UN TRABAJO PARA SUPERMAN
“Si toma esto, perderá todos sus poderes”. Al leer aquella frase pensó: “Ojalá me hubieran puesto algo así en la primera botella que me bebí”. Cerró el tebeo y lo metió en la caja en la que ponía “Raúl”. Como siempre, había bajado al sótano a por la última y acabó allí apurándola. Permaneció sollozando entre los restos del naufragio que están apilados con sus nombres. No se atreve a echarlos fuera de su vida de nuevo. Ya que desde el día que dijo por última vez: “Estoy bien. Yo sé cómo voy, soy Superman” y los lanzó en aquella curva al abismo, sabe que los superhéroes tan solo existen en los cómics.
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Buen enfoque, Javier: creerse superman es motivo de tantas desgracias, ¿verdad? Tu personaje parece, además, obstinado en continuar con su adicción, amparándose ahora en la culpa. Un drama que se nos hace más cercano, con ese cambio al tiempo presente al final del relato.
Suerte y abrazo.
Hola, Anna, muchas gracias por tu comentario. Disculpa la tardanza en contestar.
Un abrazo.
Algunos se creen inmunes a todo, cuando todos, sin excepción, estamos sujetos a la fragilidad. Entre esos necios, los más peligrosos son los que arrastran a los demás en su locura. Sobrevivir a su propia sinrazón después de haber cortado la existencia de otros es el castigo que merecen, para que recapaciten sobre lo hecho.
Un buen relato, sobre un superhéroe (o eso se cree él), que en realidad es un antihéroe, con detalle de su psicología y forma de pensar.
Un abrazo fuerte y mucha suerte, Javier
Hola, Ángel, muchas gracias por tu acertado comentario y disculpa la tardanza en contestar.
Un abrazo.