66. Aquél tintineo metálico
La primera vez que subí a unos buenos pedales me persiguieron. Aparentaba ser mayor que yo, tenía pelillos en las piernas y era el dueño de la bicicleta. Mira que me esforcé por correr, más que en ninguna cosa, parecía que lo estaba haciendo bien, pero la pendiente se me hizo grande y el ruido de las chicharras me retumbaba en los oídos.
Caí. Los vecinos se acercaron a preguntarme por la salud. Yo, con los pantalones nuevos manchados de barro, lloraba descompuesto. Entonces noté unos golpecitos en la espalda, di la vuelta y me encontré con dos bofetadas en la cara. El José me sacudió con fuerza, y mi madre con insistencia en el culo por toda la acera hasta llegar a casa. -Otros padres compran a sus hijos pequeños bicicletas- le dije en medio de tanta pena. Parecía que todo el mundo me odiaba.
No fue esa la única vez que me enseñaron los puños por coger una prestada. Recuerdo otra ocasión en la que suspiré mucho, algunos se reían, porque me defendió Rosita como si yo fuera el chico más interesante del mundo.
Al fin dijeron en casa: -La que tú digas- y estrené mi bici azul.
Bien está lo que bien acaba y el que la sigue la consigue, aunque a veces sea necesario pasar previamente por bofetadas, azotes y chiquilladas que casi rozan la delincuencia. Imagino que muchos cometimos o podríamos haber incurrido en alguna locura por tener algo que de pequeños deseábamos con fuerza y nunca alcanzamos por diferentes razones, una bicicleta, o quizá un perro, tal vez el afecto no correspondido de alguna chica o chico.
Un abrazo, Calamanda. Suerte y buen verano
Ángel, es cierto tu reflexion, a veces cruzamos esa delicada linea de lo que ne debe hacer por deseos incontrolados. Gracias, feliz verano para ti tambien.
«O que non chora non mama», dicen en mi tierra. 🙂
Edita, si y por aquí tambien lo decimos. Gracias y saludos
Si que le gustaban las bicicletas al crío, pero esa Rosita era una heroína. Ya los imagino paseando al lado de su flamante bici. Seguro que ahora le dará hasta miedo usarla con tal de no estropeada, ahora que por fin es suya.
Suerte y felicidad Calamanda.
Mercedes, el chico es un poco especial y capaz de cualquier cosa. Gracias y abrazos
Calamanda: me ha gustado mucho tu relato, muy tierno, simpático y entrañable.
Es genial eso de «la cogí prestada»… ja, ja…
Al final, después de golpes y encontronazos, consigue su bici, eh?
Un abrazo y mucha suerte
Marta
Marta, gracias por tu comentario, tan agradable, asi es, la consigue. Abrazos
El que la sigue la consigue jajajaja Yo también daba un poco la lata para que me compraran algo. Buen relato.
Un abrazo, Calamanda
Inés, gracias, en esas estamos muchos, los padres de antes parecian reacios a comprarla, si no se fiaban. Abrazos
A mí nunca me compraron una bici. Mi padre creyó que era mejor una máquina de escribir. Lo tengo clavado. Hubiera matado por una. Un abrazo.
Mar, eso ocurría mucho. POr alguna razon nos obligaban a pedirla una y otra vez. Abrazos y gracias
Ana, qué tal. Me alegra haberte entretenido. Gracias por tus palabras, besos.
Pues el protagonista del relato tuvo más suerte que yo. También he cogido alguna bici «prestada», cuando era pequeño, y me he llevado bastantes collejas de mi padre al llegar a casa. Aunque mis padres no cedieron jamás, y nunca me compraron una.
Me ha gustado mucho. Pero mucho. Suerte,
Ton.
Ton, algunos chicos cuando se empeñan pueden con todo, otros se conforman, asi es. Gracias y saludos
Bonito relato y bien narrado. Has conseguido llevarnos por ese mundo de incomprensión de tu protagonista, por sus chiquilladas y por su tesón para conseguir una. Parece que le veo la sonrisa estrenando su bici nueva.
Un beso calamanda, suerte.
Mª Belén, si es una pieza, y estará muy satisfecho por su tesón. Gracias y besos
Uno de esos relatos que se lee agradablemente y se queda corto. Apetece seguirle las andadas al muchacho.
Es lo único que recuerdo haber pedido a los reyes con gran deseo. Tardó por cuestiones económicas(pobres papis al ver mi enfado), pero acabó llegando.
Felicidades, Calamanda, y abrazos.
Javier, gracias, este formato no da para mas.Cuando llegamos a las 200 palabras,colorin colorado… Abrazos
Cuando eres pequeño, ver que otros tienen los que tú fervientemente deseas es frustrante y desolador. El tiempo y la madurez apaciguan y objetivizan nuestros deseos materiales. Calamanda, muy buena historia sobre la importancia de las pequeñas cosas. Abrazos y feliz verano.
Salvador, es verdad, ocurre eso. me agrada que te guste. abrazos y feliz verano para ti.
Un protagonista muy valiente. Al final su tesón e insistencia consiguen su propósito. Y en el camino lo que ha aprendido. Lo he leído con la voz del muchacho, y lo he disfrutado mucho con una sonrisa tierna.
Gracias
Isabel, gracias a ti, cuanto me alegro. Saludos
Qué tierno y ameno, Calamanda. Siento debilidad por los micros con niños y en el tuyo además nos retratas una realidad. ¿Quién no quiso una bicicleta cuando era niño?¿Y quien no ha hecho cualquier cosa para conseguir lo que quería? Estupendo micro.
Mucha suerte
Izaskun, gracias, ¿quien no ha hecho cosas parecidas de niño? es así. Saludos
Este niño es lo que llamaba mi abuela «un juego de pólvora» y le hubieran colocado el cordón de San Francisco a la cintura para que se volviera más juicioso y sensato; pero la contrario, le compran la bicicleta para que dejé de robarse las de otros y deje de meterse en problemas. A las buenas o a las malas, se llama esta figura. Si ya desde pequeño maneja el arte del chantaje, que llegará a ser cuando sea grande.
Patricia, ya sabes que hay crios para todos los gustos. Gracias y saludos