61. Armonía (Blanca Oteiza)
Hoy la tarde se viste de un gris que amenaza lluvia, pero aún así, camina hasta la esquina donde su banco vacío le espera. Como siempre llega puntual a la cita, aún tiene unos minutos para acomodarse. Desde el balcón cercano suena la melodía de un violonchelo suplicando silencio, como el resto del vecindario, pero para sus oídos es música celestial, que le devuelve a su infancia. Cierra los ojos y se imagina en un paraíso lejano de dunas doradas, océanos azules o frondosos bosques. Sueña con ese niño que quiso ser músico.
Al otro lado, en la habitación, un profesor desesperado contempla al alumno, mientras decide que dejará de malgastar su tiempo entre notas y partituras y partir hacia otros mundos más armoniosos.
Qué diferente lo que percibe el oyente anónimo desde el banco en el que se sienta, y el profesor desesperado. A veces ser profano en una materia, en este caso la música, nos hace disfrutar más de ella.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias Rosalía por comentar.
No sabemos si es porque no es tan entendido como el profesor de música, pero nuestro personaje, sí que disfruta de la música del principiante.
Un abrazo
El prisma con el que miramos la realidad hace que cada uno de nosotros la sienta de forma distinta. Tú relato ha captado la esencia del ser humano y su complejidad a la hora de actuar y sentir.
Muchas gracias Rosa por tu comentario.
Cada persona percibimos la vida que nos rodea de forma distinta.
Un abrazo
Creo que fue Napoleón quien dijo que la música es el menos desagradable de los ruidos. Lo que para tu protagonista es puro deleite, para el oído entrenado de un profesor es tortura y pérdida de tiempo.
Un relato bien adaptado alntema propuesto.
Un abrazo y suerte, Blanca.
Muchas gracias Ángel.
La música, como todo en la vida, depende de los oídos que la escuchen, para ser bella u horrible.
Un abrazo