87. Asesinato Exprés
Cerró los ojos y la locomotora escupió violentamente su último suspiro. Una nube de vapor se precipitó en el aire, un grito en el horizonte… y volvió la calma, el orden, el ritmo. La sombra de la catenaria quiso saltar a la comba en la cuneta. El convoy comenzó a cantar:
«A ver, mamá:
con cuántos añitos me voy a casar,
con uno, con dos, con tres…»
Había subido al tren espléndida y petulante como un pétalo en primavera.
«…Con cuatro, con cinco, con seis…»
Una estación más tarde ya se había convertido en una insoportable tormenta de verano. Los vagones siguieron saltando.
«…Con siete, con ocho…»
No tenía necesidad de alterar el apacible otoño de su vida ni escuchar promesas imposibles para terminar luego en un inevitable invierno de soledad, de frío y de cansancio. Por eso tuvo que matarla. El traqueteo acompasaba los espasmos del ferrocarril:
«…Con nueve, con diez…»
Con once vasos de bourbon, con el tren en marcha… con frialdad… con luna llena… con un punzante carámbano de hielo que rebosaba en su paciencia. Tuvo que matarla sin piedad… sin amor… sin querer…
Porque no podía querer.
Es muy bueno y… ha entrado justo a tiempo, no?
Qué buen sabor de boca para terminar esta convocatoria
Un relato muy trabajado, con una estructura diferente y un contenido que se balancea entre el drama y lo lírico, con esa sombra de la catenaria jugando a la comba. Un tren que narra las fases de una convivencia, con diferentes edades y etapas que aumentan en una degradación que va más allá del desamor, hasta el odio absoluto y el consiguiente drama.
Como ha dicho Luisa, a poco pierdes el tren, pero has llegado y bien.
Un abrazo y suerte, Luis