62. Aun así, no pude parar
A la misma hora, el mismo lugar: El momento de la radionovela mirando tras mi ventana hacia la suya.
Yo la adoraba como la arena de la playa venera el final de la olas que la acarician o como el horizonte espera el crepúsculo para recuperar al sol, pero lo único que tenía era observar sus manos, que se me antojaban como pájaros revoloteando, radiando para su madre.
La imitaba mientras oía en mi transistor lo mismo que ella, y así aprendí el lenguaje que nos entrelazaba.
Al tiempo, supe que abandonaba el pueblo y que le dolería, entre otras cosas, dejar a la señora Julia sin sus momentos. Así que me ofrecí para ocupar su lugar como quién aparece desde una sombra iluminada. Su sonrisa y el roce en mi mejilla fueron un regalo al que el tiempo acabaría por dar su valor.
Ella marchó y yo comencé mi tarea hasta que esos cansados guionistas me parecieron insufribles y opté por sustituirlos inventándome día a día la historia que hubiera querido tener con su hija, sin enchufar ni siquiera la radio.
Siempre temí que le comentara algo, pero nunca lo supe. Y luego nació aquel asqueroso día.
Ana, me encanta que el final haya conseguido el propósito de hacer pensar un poco. No desvelaré mi idea, pero entre el final, el título y una frase del relato creo que dan lo que yo tenía en la cabeza.
Mil abrazos por entrar en mis cosas.
javier, idilica y platónica historia de una vida; que el suspense de tu cuento nos relata. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, por lo que has apreciado.
Besos
La idea de enamorarse de alguien viendo como se expresa en lenguaje de signos me parece tan… maravillosa. Enhorabuena!!
Gracias, Alberto, me alegra que te haya gustado esa imagen, es de las que más me gustan a mi también.
Abrazos
El amor es un gran motivador. Por él se acometen arduos prodigios, hasta aprender el lenguaje de signos con la ayuda de la radio, que hace las veces de traductor. No sé si soy capaz de interpretar bien el final. Me parece ver que Doña Julia muere, pero él no puede dejar de seguir inventando esas historias que hubiese querido vivir con su hija.
Suerte y un saludo
Bueno, Angel, a lo mejor necesitamos a doña Julia para seguir contándole la historia.
Gracias por la visita y entrar en el juego.
Abrazos.
Suerte sr palanca me gusta esa iniciativa del personaje que decide inventarse sus propias historias. Abrazos
Gracias, Manuel. ¿No te recuerda a unos cuantos que andamos por estos lares?
Más abrazos
Nos presentas un personaje que subsiste gracias a la invención de sus propias historias, de otorgar contenido a su existencia gracias a su imaginación. Y no es capaz de parar.
Muy bueno. Mucha suerte JAVIER.
Ton.
Gracias, Ton. Así es la imaginación ocupa el lugar que la realidad no llena.
Abrazos
Un amor platónico nacido de mirarla en un lenguaje de signos, que él termina haciendo suyos. Desea recrear para su madre todas aquellas historias que su hija le contaba antes de partir.
Nos haces imaginar mil historias, mil finales como tú protagonista, sin necesidad de escuchar la radio…Luego ese día que amanece negro.
Original propuesta Javier.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Mª Belen, por tu amable comentario.
Besos
Un relato lleno de amor y de historias contadas y por contar. Una manera original de vehicularlo todo a través de la radio. Y ese resolución final que no deja indiferente. Mucha suerte 🙂
Gracias, Juan Antonio, por tu comentario.Me gusta que lo veas original y que el final no te deje indiferente, como era la idea.
Abrazos
Caramba, un relato diferente, me gusta. El final me intriga y creo se deja abierto a cada cual o no lo capte.
Felicidades y buen tiempo.
Gracias, María, me gusta que cierta originalidad ya le veas. Sí, el final está así para que cada cual piense, pero yo tengo una tragedia concreta en la cabeza.
Besos