15. Bajo tierra (Blanca Oteiza)
Aquella tarde jugábamos a ser arqueólogos. Queríamos encontrar algún tesoro escondido, nos conformábamos con hallar un esqueleto de animal bajo la tierra rojiza que teñía el paisaje. Más allá del horizonte buscado, aparecieron las huellas de pequeños insectos que habían perdido su vuelo hace ya mucho tiempo.
Aquella tarde de finales de otoño, nos extraviamos en sendas y caminos, sin saber volver a casa antes de que las últimas luces desaparecieran por detrás de las colinas.
Con los años, alguien miró en un pozo olvidado acompañado por un perro que buscaba perdices, descubriendo dos esqueletos que jugaban a ser arqueólogos removiendo la tierra que les había sepultado.
Hola, Blanca.
Me encanta tu texto, tiene una acústica inmejorable, y está muy bien armado de cara a la sorpresa final. Un texto muy compacto, donde nada falta ni sobra. Un texto redondo prácticamente, si eso puede predicarse de un microrrelato. Consejo para niños: cuidadín a lo que se juega, pues las consecuencias… Felicidades. Y un beso grande.
Martín, muchas gracias por tus palabras. No sabes lo feliz que me han hecho sabiendo que te ha gustado mi relato.
Hay que tener cuidado a lo que se juega, aunque no sólo los niños, hay juegos peligrosos para todas las edades.
Un beso grande.
Los perros son animales dotados de un olfato prodigioso, capaces de rastrear y detectar cualquier cosa, por recóndita que pueda estar, no como esos dos pequeños aspirantes a arqueólogos, detectores de objetos y restos bajo tierra, que se convirtieron en parte del juego en el que estaban inmersos, pero no cómo ellos habían pensado.
Un abrazo fuerte, Blanca. Suerte
Muchas gracias Ángel por comentar. Hay veces que sin pretenderlo acabas siendo protagonista no deseado. A estos amigos no se les ocurrió que su afición podría llevarles a ser sepultados por su propio juego.
Muy feliz año 2017 y un fuerte abrazo Ángel.
Arqueólogos que acaban formando parte de lo buscado, y que, en otra expedición, son hallados a su vez. Las vueltas que da la vida y las consecuencias que se van más allá del horizonte que vemos.
Buen relato, Blanca.
Gracias Manoli,
A veces el cazador se convierte en presa. A estos arqueologos que les gustaba encontrar entre la tierra hallazgos se convirtieron en uno ellos mismos. Nunca se sabe el final de nuestros días.
Un abrazo
Una manera original de tratar el tema de este bimestre, Blanca. Destacar la cualidad de servir para la localización de personas o de cadáveres, por parte de perros adiestrados en encontrar piezas de caza me parece muy interesante. Bien narrado.
Un abrazo.
Gracias María José.
Los perros tienen muy buen olfato, tanto para la caza como para encontrar cuerpos enterrados, aquí uno ambos.
Un abrazo
Muy bueno tu relato, Blanca. Yo lo veo como un cuento terrorífico, donde integras, como quien no quiere la cosa, al protagonista de la convocatoria y lo transformas en el que insufla nueva vida a la muerte. Suerte y un saludo.
Gracias Jesús. Enfocas bien el relato, aunque yo no lo definiría como terrorífico. Pero el perro aquí es un protagonista secundario que da un final diferente a la historia donde los protagonistas son los dos niños jugando a ser arqueologos.
Un abrazo
Hola, Blanca, no esperaba ese final, no sabía q esperaba, pero no ese final terrorífico. Me has sorprendido, me ha gustado.
Un beso y un feliz año
Inés, muchas gracias por comentar. No sé si es bueno o malo haberte sorprendido con el final, pero estoy de acuerdo que es terrible el destino de los dos niños.
Un saludo
Los aprendices de arqueólogos rescatados por el experto en huesos por excelencia. Lástima que fuera demasiado tarde…
Edita, gracias por comentar.
El perro, que aunque no esté adiestrado en rescates, es muy buen olfateador. Pena que no los encontraran a tiempo.
Un abrazo
Pues duro, bonito y bien escrito a la vez. Complicadísima fusión que has logrado haciendo que algo tan difícil parezca fàcil. Enhorabuena y suerte !!
Gracias Juan Antonio. Me alegro que te haya gustado y me hace mucha ilusión las palabras que me has dedicado.
Un abrazo
Tu relato, Blanca, riza el rizo, los aprendices de arqueólogo desenterrados. Triste pero muy bien montado, y además tiene su moraleja y todo. Mucha suerte con él.
Saludos.
Gracias Maribel por tus palabras.
A veces uno no se imagina que puede ser el protagonista de lo que anda buscando, como estos arqueólogos, que son encontrados bajo tierra.
Un abrazo
Oh Blanca, pobres niños, malvada, que eres una malvada, empiezas bien el año. Más te valdría poner a los perros a desenterrar trufas.
Un besazo y feliz año
Epi, esta vez he sido un poco cruel con el final, pero no siempre se tiene el ánimo optimista.
Un beso
Blanca, cuentas con acierto la curiosidad e ilusion de los niños y un triste desenlace. Suerte y saludos. Feliz 2017¡¡
Gracias Calamanda, a estos críos la curiosidad y su afán por encontrar «tesoros» les lleva a su fin. A veces nunca se sabe donde está el peligro.
Un abrazo
Un juego que enterrará unas vidas aún por recorrer. Original propuesta, Blanca. Abrazos y suerte.
Gracias Salvador, un abrazo.
Pensé que a quien encontrarían sería a un perro enterrado o abandonado, pero nunca esperé ese final. Muchas desapariciones son fruto de estos juegos imprudentes, y muchas se solucionan con encuentros fortuitos como el que nos describes.
Podría ser el comienzo de una novela, da muchísimo juego tu micro.
Enhorabuena,
Besos
Gracias Asunción.
Es una historia ficticia, pero bien podría ser un caso real de los que se escuchan a veces. Casualidades de la vida.
Un abrazo
Terrorífico relato que me hace pensar en la angustias de sus padres al no saber cómo desaparecieron. Ahora lo saben, gracias al olfato de ese perro. Buen microrrelato, Blanca.
Saludos.
Gracias Beto,
Para los padres tiene que ser una angustia horrible la desaparición de un hijo y encontrarlo muerto, aunque más angustioso tiene que ser no hallarlo nunca y no volver a saber de él.
Un abrazo
Una dura historia que describe el lado trágico de la inocencia, y que parece estar modulada sobre una melancolía sinusoidal que acompaña a una lectura entre atardeceres de otoño, hasta llevarnos a la paradoja final, cuando la propia tierra entierra los sueños que ella misma inspira.
Un relato de una delicada belleza, Blanca. Enhorabuena.
Un saludo.
Muchas gracias Antonio, a veces nos ponen un caramelo en la boca y después nos dicen que es malo. Y a veces es difícil ddecidir si escupirlo o si seguir saboreándolo.
Un abrazo
Blanca, me ha parecido un texto sencillo, puro, correcto, encantador: un BUEN microrrelato.
Duro y tierno.
Bello y cercano.
Felicidades, Blanca!!!
Un abrazoooo
Gracias Amparo, lo has descrito muy bien: duro y tierno a la vez, algo que he querido plasmar en esta historia.
Un abrazo
Hola, Blanca.
Me gusta mucho el micro. Es un texto sencillo,por eso se lee sin apenas respirar, y durísimo.
Yo te plantearía algo, a ver qué te parece y desde el aprecio que te tengo.
El inicio es fantástico: «Aquella tarde jugábamos a ser arqueólogos». Bien, una frase corta que habla de una tarde pasada.
Pero, al final «alguien miró en un pozo olvidado acompañado por un perro que buscaba perdices, descubriendo dos esqueletos que jugaban a ser arqueólogos removiendo la tierra que les había sepultado», en mi opinión sobraría arqueólogos. Prueba a leerlo así: «…descubriendo dos esqueletos que jugaban, removiendo la tierra que les había sepultado».
A mí me parece que queda mejor.
Un beso gigante y mucha suerte.
Hola Towanda, muchas gracias por la lectura y por la sugerencia. Siempre son bienvenidas. La tendré en cuenta.
Un beso grande
Historia casi circular. Juegos sobre y bajo tierra.
Los buscadores de tesoros se convierten en restos encontrados.
Genial relato con un final sorprendente y trágico.
Un beso Blanca,suerte bonita.
Muchas gracias M° Belén. Los círculos se cierran, no siempre como nos gustaría. Desenterrar, enterrar, desenterrar, a veces un juego peligroso.
Un beso
Qué dura tu historia, en principio dulce, hasta que no llegamos a ese final para descubrir, sorpresivamente, lo que les pasó a esos principiantes.
Un abrazo cargado de buena suerte.
Gracias Rosy. El desenlace no siempre es el que nos gustaría. Los pobres aprendices se quedaron sin ser profesionales.
Un abrazo
Muy triste y bien escrito. Suerte.
Gracias Javier. Un abrazo
Un relato que llega y además con final sorpresa. Muy buen micro.
Felicidades y abrazos mil.