39. Bichos raros
Nos gusta coleccionar todo tipo de bichos. Nuestros padres nos enseñan cómo recogerlos y nos dejan sus congeladores para disecarlos. Un gran bote de cristal, un poco de acetona y a enfriarlo bien para luego pincharlo en la pizarra. Al principio nos conformábamos con los más pequeños, ahora ya vamos a por los grandes. Para ello hay que tener técnica y un cierto valor, porque suelen enfadarse bastante. Ante todo, no deben vernos. Ni siquiera sospecharnos. Por eso nos escondemos detrás de las montañas más altas. Es difícil para un cíclope no ser visto, pero lo logramos. Y cuando vemos a uno de esos, lo atrapamos con mucho cuidado. Hay que intentar no separarle las dos piernas del cuerpo. O uno de sus brazos, que entonces no cuenta para colección. Y así pasamos los días en esta parte del mundo: aumentando nuestro bestiario con esos seres de dos ojos y caminar extraño. Bichos raros.
La rareza o la normalidad, como casi todo, depende de la perspectiva en la que nos encontremos, de cuál sea el punto de vista imperante. En un terreno mágico, donde campean los personajes mitológicos, los seres humanos, que damos por hecho somos criaturas convencionales, son rarezas que alguien puede intentar atrapar y coleccionar.
Un saludo y suerte, Iván
Maravillosa lectura. Muchas gracias, Ángel.
Lo que es la imaginación: empieza visualizando un jardín plagado de mariposas y escarabajos, donde una familia al uso entretiene sus ratos de ocio, y en cuanto aparece la palabra «cíclope» ¡zas! cambia la imagen y ya se ve uno venir cuál va a ser el bicho raro.
Estupendo relato Iván, mucha suerte y un besazo.
Muchísimas gracias por tus palabras, Ana María. La imaginación lo es todo. Fuerte abrazo.
Ivan,¡ imaginación al poder!
Sonrisas mil
Manuela
Manuela, ¡gracias! La sonrisa siempre. Abrazo!
Cómo me gustaría coleccionar esos bichos…
Deseo de ser cíclope, pues. ¡Un abrazo y gracias por el comentario, Marcos!