03. Bikiak anaiak- Hermanos gemelos (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Nunca se separaron. Compartieron treinta y ocho semanas de gestación en la misma placenta. Nacieron un seis de junio, cuando el signo zodiacal de géminis enseñorea el firmamento. También compartieron registro bautismal, por lo que el visitador parroquial amonestó al cura que les cristianó al utilizar una sola partida para inscribirlos en el libro sacramental.
Nunca se separaron. Fueron pareja de bolos, de mus y en el dominó eran maestros en manejar inteligentemente las fichas dobles. Cuando llegó el tiempo de emparejarse, lo hicieron con dos hermanas, también “bikiak”, dos hermosas rubias idénticas, de caserío, que conocieron en las fiestas del Suceso en el valle de Carranza.
Nunca se separaron. Los matrimonios compartieron casa. Ambos, como su padre, fueron afamados carpinteros. Todo lo compartieron; lo que a uno le faltaba el otro se lo daba y viceversa, según el destino, los tiempos y la fortuna.
Nunca se separaron. Cuando les llegó su tiempo, el día en que cumplían ochenta y ocho años, fallecieron a la vez en la misma hora.
Nunca se separaron. Sus nichos mortuorios están juntos, uno arriba y otro abajo como los dos bulbos de cristal de un reloj de arena que ya solo el recuerdo activa.
Las historias con gemelos siempre son interesantes. Esos vínculos invisibles, aunque no por ello menos reales, marcan las existencias. Se trata de personas individuales, pero son también fragmentos de un mismo ser desdoblado, con autonomía propia a nivel físico y sin embargo inseparables.
Una historia muy curiosa que, como suele ser habitual en tus letras, supongo que tendrá mucho de real.
Un abrazo y suerte, Jesús
“Nunca se separaron”. Esa repetición va perfectamente acompasada con la sensación de personas repetidas, vidas repetidas, pensamientos repetidos… de los gemelos.
Ángel, como siempre gracias por estar al quite de los relatos. Cada vez voy entrando más en la ficción. Los temas que nos ponen no siempre encajan en mis vivencias.
Edita, gracias por pararte a comentar. Algo había que contar para combinar unos hermanos con un reloj.
Bueno el escrito, bien el desarrollo. Generas ambiente y te metes en sus vidas sin perder la trayectoria total. Pero lo que es perfecto es ese toque final del reloj de arena, una imagen de complicidad entre ellos que se admite por lógica y sencilla. Yo me imagino ese movimiento de la arena dentro de los dos casi vasos comunicantes, dando y recibiendo vida entre los gemelos por el condón umbilical de cristal. Muy logrado.
Muy sencilla tu historia y muy bien contada. Me he imaginado, sobre todo, sus tumbas una bajo la otra y ellos haciéndose gestos fuera de esos habitáculos, libres y siempre, siempre juntos, porque ¿para qué iban a separarse ahora que son ligeros y etéreos?
Un abrazo y feliz noche.
Gracias Miguel por tu asiduidad a mis relatos. Supongo que sabes que había que relacionar dos palabras Hermanos y Reloj.
Muchas gracias Mercedes por pararte a leer mi relato.