65. BLANCO DESEO
Todos sus hijos ya habían emigrado y de alguno todavía no había tenido noticias, a pesar del tiempo transcurrido. La última, la pequeña como a ella gustaba llamarla, había partido con su otra pequeña, que no había querido dejar con la abuela.
Se había quedado sola y todos, uno a una, habían prometido en sus despedidas que tan pronto quedaran bien instalados en sus países de acogida la harían llevar con ellos. Allí ella viviría como una reina, usaría bonitos vestidos, tocaría la nieve blanca mientras llevaba a sus nietos a bonitos parques, en los que los perros atados a una cuerda corrían con sus dueños y tenían lugares especiales donde hacer sus necesidades.
Mientras, miraba a sus dos raquíticos canes retozando junto a las gallinas que buscaban ansiosas cualquier cosa que picar en el suelo alrededor de su choza, espantando con una pequeña hoja de palma las fastidiosas moscas del asfixiante mediodía, bajo un moribundo árbol sobreviviendo a la prolongada sequía. Sólo pensaba si de verdad podía tocar la nieve con sus negras manos, y poder en ese momento morir tranquila de frio.
Nos muestras muy bien esa soledad del que ¿se engaña? con unos restos de esperanza que sobreviven en su memoria. Esas promesas que le iban haciendo todos y que, en la mayoria de los casos, aunque quisieran no podrían cumplir. Como tantas veces, parece que solo la muerte es quien puede revertir nuestra amargura. Suerte, Antonio, y un saludo.
Gracias Jesús aunque sea inevitable en muchas ocasiones, como la del relato, es lo que se desea. Vivo en África y como en Europa estas situaciones se viven terriblemente. Saludos, Antonio
Hola, Antonio.
Texto el tuyo, como me gusta decir, altamente simbólico. El blanco del deseo del título, la alba nieve del paraíso a colonizar y las negras manos de esa mujer expectante. Las mejores promesas son esas que no hay que cumplir, canta Sabina. Y las peores las que no se pueden cumplir, la mayor parte de ellas, como es el caso en tu texto. Y al final la muerte, ese muro infinito. Y en principio liberador. Curioso, en Derecho civil la muerte extingue las obligaciones, salvo las personalísimas (Que Dalí se hubiera obligado a pintarte un cuadro: sólo el podría hacerlo, ni herederos ni ningún otro pintor). A lo mejor en el más allá, aunque me muestro sumamente escéptico, tienen posibilidad de cumplimiento las buenas promesas. Me gusta tu propuesta. Enhorabuena. Porque la vida es, ya me parece haberlo dicho en algún comentario, es una cadena de proyectos no realizados, de promesas no realizadas, Un abrazote.
Martín muchas gracias por tu extenso comentario al que me sumo. No sé si habrá un más allá, si peor o mejor, lo cierto es no desesperar en este aquí, aunque viviéndolo directamente en este continente es duro y se lo seguimos poniendo aún peor. Saludos, Antonio
Antonio, el boca a boca crea una espectativas que no siempre ayudan; lo dices con claras imagenes y buen ritmo. Suerte y saludos
Muchas gracias nuevamente Calamanda por tu comentario. Saludos desde Kampala. Antonio