108. Brillo mate (fuera de concurso)
En una negligencia del vigilante se lo llevó al pantalón y de allí, un rato más tarde, al ano. Temblaba como una vara verde, pero ese día tenían revuelo por los desprendimientos de alguna de las terrazas y descuidaron el control en la salida de la mina. No se paró como hacía cada tarde delante del puesto de la señora Hamza, que vendía las golosinas. Sabía dónde encontrar a los hombres. Se la iban a quitar de las manos y no harían preguntas por la bola de cristal inquebrantable, rosa como el atardecer de sabana y flamencos en el lago. Llegó de noche a casa, sonreía. El bolsillo abultado. Se acercó al lecho de hierbas secas y le enjugó la frente. Aún le dio tiempo de enseñarle los billetes y sacudirla, de decirle entre lágrimas que se esperara, que ahora ya podrían ir al hospital a Shinyanga.
Otra maravilla de las tuyas. Triste y muy intenso.
Me ha gustado mucho.
¡¡¡Buenísimo, mi querida Me!!!, una historia triste pero con un final feliz. Me ha encantado.
Un beso enorme.
¡Qué bueno, Mei! Tu «fuera de concurso» le ha propiciado tu plaza a alguien.
Besos.
Como se suele decir: es muy triste pedir, pero peor es robar. En realidad, lo lamentable es no tener lo básico para que una mujer pueda ser atendida en un hospital cuando lo necesita, que su marido tenga que arriesgarse a tomar lo que no es suyo y venderlo a escondidas, convirtiéndose en un delincuente cuando no lo es, solo pretende tener acceso a lo que se necesita, tendría derecho y le es negado de manera injusta.
Un relato en un contexto muy bien descrito, con un delito de por medio, que perdonamos al protagonista. Todo o casi todo se comprende si es por una buena causa.
Un abrazo, Mei
Mei, has contado tan bien esa realidad que nos ayuda a perdonar el delito. Suerte y saludos