16. Brindis
Me crucé con Laura por el pasillo. El tiempo justo para verle los ojos. Rojos, hinchados. Volví un paso atrás. Oye, ¿Qué te pasa? Se le escapaban las lágrimas. Anoche Fran se fue. Me he pasado toda la noche llorando. Luego te cuento. Continuamos deprisa, mirándonos aún.
No la vi hasta después del fin de semana. Estaba radiante. ¿Os habéis reconciliado? No, ha sido fantástico. Estoy encantada de haberme librado de él.
Su esplendor se hacía patente allí donde estuviera. Trabajando, en el descanso… desbordaba una energía irresistible.
Pero, ¿Qué te ha pasado? Estás distinta… Sí, me tumbé en el sofá, en silencio. Pasó un rato, no lo echaba de menos. Sentía alivio. Me invadió una alegría que ya había olvidado. Ya no me pesaría su mirada en la nuca. Mis vísceras, pobrecitas, se esponjaron y ocuparon de nuevo su espacio.
Pues no sé qué decirte, me entran ganas de reír. ¡Ríete! La vida me ha echado un cable. Se dejó un par de calcetines sucios que ya he tirado y una botella carísima que compramos unas vacaciones para una ocasión especial. Si quieres, te vienes y lo celebramos. Sí, claro, una ocasión especial.
Estoy loco por ella.
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Lo que parece una desdicha en ocasiones es todo lo contrario, el inicio de una nueva era, porque al final la vida pone las cosas en su sitio, o como dicen los creyentes y la Biblia: «Los caminos del Señor son inexcrutables». Tu protagonista demuestra una capacidad muy humana, la de adaptación, de manera muy rápida, además.
Un abrazo y suerte, María
Es verdad, la desgracia de uno es la oportunidad de otro… Nada como la paciencia.Gira el mundo gira… Qué bonito, María!!