91. CAMAROTE 115 (Mariángeles Abelli Bonardi)
Aferrada al travesaño de la cama, espera que la sirvienta termine de ajustar el corsé.
—Señorita, afuera hay un día espléndido — comenta la mujer, tirando de los lazos.
Afuera hay un día espléndido, ¿por qué no?… Salir a cubierta… Disfrutar del viaje de Southampton a New York… Si, por toda libertad, le queda este tiempo entre muelles, debería aprovecharlo.
La sirvienta le asegura el sombrero y remata su cintura con un moño. Cuando empieza a preparar al perro, ella se saca el anillo y lo guarda en un cajón.
Su pequeño Yorkshire la espera quietito, los ojos brillantes. Correa en mano, abandona el camarote: una mantarraya le tapa el sol.
Creo que la clave del relato está en la primera frase, Aferrada al travesaño de la cama… Así se han quedado las dos, aferradas a un destino que paró el reloj de sus vidas. Y el final poético y bellísimo, con esa mantarraya que, tranquilamente, les tapa el sol.
Magnifico, Mariángeles.
Gracias, PATRICIA, por ese «Magnífico» que me infló como si fuera un pez-globo, jaja. En cuanto a esa primera frase que señalás, sí, podría tomarse como clave, pero en realidad para mí fue solo el pie de inicio, porque la imagen final de la mantarraya tapando la luz de ese sol visto a través mar se me imponía en la mente, así que tuve que escribir el relato de atrás para adelante, por así decir, pero estoy muy contenta con el resultado.
Cariños,
Mariángeles
Coincido con Patricia, me parece poético y bello. Espero interpretarlo bien. Veo una mujer de clase alta, en un trasatlántico de lujo, que en cuanto toque tierra verá su libertad mermada, quizá a causa de un matrimonio que no es de su agrado, de ahí que, simbólicamente, se quite el anillo. Lo que no sabe es que sus penurias están a punto de terminar, que nunca llegará a ese Nueva York al que parece dirigirse sin mucha convicción.
Un abrazo, Mari Ángeles
¿Interpretarlo bien? ¡Pero, ÁNGEL, si lo has interpretado a la perfección! 🙂 🙂 🙂
Eso sí, no hay nada simbólico en ese sacarse el anillo de la señorita, porque lo que se saca y, efectivamente, guarda en un cajón, es ese anillo de compromiso para ese matrimonio arreglado que motiva su viaje en el Titanic (no sé si me equivoque, pero tengo entendido que en esa época las mujeres podían «compromenterse a larga distancia»,por así decir, y viajaban al encuentro del futuro marido con el anillo de compromiso puesto, aunque no conocieran al novio en persona).
Otro abrazo para vos, M.
Por un lado había interpretado como Ángel, pero lo de la mantarraya me descoloca. Parece que siguen en el camarote 115 después del hundimiento, por eso la mantarraya nada por encima de ellas. De todas formas muy bien ambientado y bellamente escrito. Me ha gustado mucho, Mariángeles. Suerte y abrazo.
Entiendo que la mantarraya te descoloque, JUANA- a mí me descolocaría si el texto no fuese mío y lo estuviese leyendo por primera vez- pero la puse justamente para evidenciar el punto de vista de la señorita: ella deja el camarote con su perro para pasear por cubierta; hasta ese momento no se ha dado cuenta de que tanto ella como su sirvienta y el perro han perecido en el naufragio y ahora son poco más que fantasmas.
Me complace que el cuento te agrade y te parezca bello y bien ambientado.
Te retribuyo la suerte y los abrazos.
Cariños,
Mariángeles
Imagen muy poética la que nos dejas.
Un beso Mariangeles
Sí, MARÍA BELÉN; la imagen final es decididamente poética. Me complace que sea de tu agrado.
Otro beso para vos, M.
Merece tener suerte tu preciosa historia.
Saludos
No te das una idea, MARÍA JESÚS, de lo gratificante y estimulante que es tu comentario para mí… ¡Muchísimas gracias!!! :):):)
Cariños,
Mariángeles
Precioso. Hemos utilizado un tema parecido: la «vida» de los que se quedaron allí abajo. La imagen final que has creado con la mantarraya es muy potente y elegante. ¡Enhorabuena!
Así es, BELÉN. Para decirlo náuticamente, coincidimos en el abordaje de la historia, una de las tantas que sugiere la ilustración del mes.
Y me encanta que encuentres potente y elegante la imagen final de la mantarraya «sobrenadando» el barco.
Te retribuyo tu enhorabuena.
Cariños, M.
Todo un mundo de interpretaciones: una novela que empieza en el puerto, sigue en el barco y termina y continúa en la eternidad azul del abismo…
Que una novela quepe en las pocas líneas de la historia, M.CARMEN, me resulta simplemente maravilloso.
Gracias por pasar a comentar.
Cariños,
Mariángeles
¡Muchas gracias, ANA!
Vayan suerte y saludos para vos.
Mariángeles
La mantarraya es el punto final perfecto de la historia. Tendrá tiempo de saborear su libertad entre puertos.
Me gusta mucho el papel del fiel Yorkshire.
Qué gusto que lo digas, ISABEL, porque no fue sino hasta último momento que cambié «pez obispo»- un pez que existe, pero que remite a la mitología, y yo no quería eso- por «mantarraya»; imaginé que su forma lánguida, casi de alas de mariposa, fácilmente taparía la luz del sol.
Y el Yorkshire, sí, tiene un hermoso papel; sus ojitos brillantes son casi de anticipación a ese paseo, a esa libertad entre puertos que la señorita ignora que podrá disfrutar para siempre.
Muy agradecida por tu comentario.
Cariños, M.
La historia transcurre, hay movimiento. Buenas imágenes. Tiene poesía. Parecía una consigna difícil, pero como siempre, Mariángeles no defrauda.
¡Muchas gracias, JULIA!!! Qué gusto que la historia no defraude, y que le veas tanto, y tan bueno 🙂
Un placer recibir tu comentario.
Cariños,
Mariángeles