70. Cambio
La mujer tomó el mando y marcó el 202 en el teletexto. No pudo evitar una mueca de abatimiento al descubrir que el equipo de su marido había vuelto a perder. Una vez más, éste subiría del bar mascullando su ira, le obsequiaría con algún improperio con aroma a cerveza y se marcharía a la cama sin probar la cena. Contempló por un instante al niño. Cada día se parecía más a su padre. Enfundando en el chándal de fútbol y absorto en la pantalla del móvil, éste descargaba su frustración por la derrota tecleando frenético en el twitter. Posó la mano en su abultado vientre y se juró que las cosas iban a cambiar. Luego tecleó el 203 y decidió que la próxima camiseta sería la del conjunto que encabezaba la clasificación.
La cuestión era cambiar. En lugar de cambiar la conducta reprochable de su familia decidió cambiar de equipo de fútbol por uno ganador.
Supongo que optó por la opción más práctica.
A una realidad que no parece que pueda cambiarse, la de un marido fanatizado por el fútbol, con un equipo, además, perdedor, se suma un hijo que le sigue los pasos. Poco puede hacer esta mujer, más que resignarse, o tal vez sí: contraatacar. Quizá no le guste esa pasión estéril que envenena su hogar, pero la camiseta que planea comprar de otro equipo es un acto de rebeldía. Ya solo falta esperar que la criatura que espera también abomine del deporte rey, o cambie de equipo, el caso es propiciar aires nuevos en esa casa.
Un relato sobre enfados que no conducen a ningún sitio y la insumisión de una persona sensata que pretende cambiar el mundo.
Un saludo, Raúl. Suerte
Muchísimas gracias Ángel por tu comentario.